viernes, 31 de diciembre de 2010

Sólo una canción

Una canción para despedir un año y dar la bienvenida a otro...





lunes, 27 de diciembre de 2010

Conducir en silencio

Me llevaste en coche. Lejos, muy lejos, donde nadie pudiera vernos. Donde las hojas, decías, estuviesen húmedas y la hierba empapada. Conducías sin hablar, sin decir nada. Ponías música de los cincuenta y cuando te cansabas algo de los Talking Heads. Me mirabas y luego, inmediatamente, a la carretera larga con tu mutismo bello y peligroso de mujer enfadada. Supongo que aquello era un guiño de algún tipo. La noche caía y tú seguías buscando esas hojas y esa hierba fresca en alguna parte. Por supuesto nunca las encontramos.


Una mañana, al despertar, te pusiste a cantar. Lo hiciste durante horas. La melodía se instaló en nuestras cabeza, en la de todos nosotros. Soñamos con ella, contigo y con tus labios pintados de nada. Pienso en estas cosas antes de saltar de cabeza a la piscina olímpica. El agua parece fría.



NOTA/ PROMESA:

Lo olvidaba, el Sr. Loriga fuma Camel, lleva la barba descuidado y es bastante callado; Vila-Matas, que yo sepa, no fuma, es serio y sabe tener una palabra amable e inteligente con los que le rodean (con la intensidad exacta). Ambos creen en los libros y se les nota demasiado.





*Imagen de Jordan Bennett.


[The Gun Club, ese grupo que los Pixies soñaron ser. Personalidad y talento a raudales]


domingo, 19 de diciembre de 2010

¿Especuladores o derrochadores?

¿Alguna vez os habéis parado a pensar en las cosas y juguetes con las que crecimos? Todos esos objetos "pedagógicos" que pretendían socializarnos, hacernos más inteligentes, adaptativos y tal vez más guapos y estilosos. Estas cosas las hablaba ayer con mi adorado Javi O., el colmo y trofeo magno de ese planteamiento se lo llevó, sin duda, mi adorado, por entonces, Hotel. Un juego de mesa consistente en levantar edificios hoteleros y hacer pagar a otros por estancias que no pretendían, desde el lujo asiático a los rascacielos neoyorkinos. Un buen resumen del poder y la dirección que debíamos tomar como adultos. El tema requiere detenerse un momento. ¿Cómo es que se les da a unos niños planteamientos urbanísticos, lecciones de especulación, creación y manejo de dinero fácil?


Creo que ya va siendo hora de que hagamos conscientes todas esas lecciones manipuladas inconscientes que aprendimos con naturalidad. ¿Recordáis esa forma de amontonar billetes? Seguro que sí, desde entonces ya sólo amamos con pasión y sinceridad el dinero. Aunque todo hay que decirlo, yo disfrutaba reuniendo un pequeño capital, dejando en bragas a algún rival menos experto,a ese iba sólo a lo seguro... Era cuestión de agallas, sin duda. Ésa era la gran lección. De aquellos barrros, estos lodos. Puede sonar exagerado, pero voy a decirlo. La actual crisis inmobiliaria nació con este aparentemente inocente juego de mesa. Hubo, todo hay que decirlo, el juego de reglas contrarias, Bancarrota (que consistía más bien en quedarse sin dinero lo antes posible). Pero nunca fue tan éxitoso. Mi pregunta es, y no quiero culpar a ningún padre (aunque podría y debería hacerlo), tú, lector, de qué eras, ¿de Hotel o de Bancarrota? Puede que ahí esté la respuesta que buscaba ansiosa tu alma.






Por cierto, muy agradable las conversaciones de este fin de semana con Ray Loriga y ese maestro total que es Enrique Vila-Matas (esta vez pude charlar mucho menos con él, aunque sí darle la ehnorabuena por el premio). ¿Sabéis algo? Son como tú y como yo, salvo que, eso sí, escriben mucho mejor. Ya contaré sus marcas de tabaco favoritas y sus últimas lecturas (hay una deliciosa entrevista con Mr. Loriga). Sigan ahí. La literatura es lo primero. O eso creo.








[Bailad, bailad malditos...]



lunes, 13 de diciembre de 2010

Todo es mentira (y lo sabemos)

Decía Vicente Verdú en su magnífico El estilo del mundo que todos sabemos que mienten (las instituciones, los gobiernos, los profesores...). Aunque aparentemos lo contrario a menudo. Por suerte hay quien reacciona, quien no teme las represalias, y luego los demás (no sin cierta caradura) se acercan a su victoria "temporal" convirtiéndola en la de todos (también me recuerda esa misma actitud algunos grupúsculos de El mago de Oz). Rebelión en las ondas (Pump up the Volume) va de eso, de provocar, de resistir, de agarrar la verdad por el cuello y hacerle gritar versos (ya decía alguien que la verdad es siempre poesía).

No es extraño, creo yo, que esta fuera una de mis películas favoritas en mi larga adolescencia. Un grito, un susurro en la noche (depende de para quién), de un chico solitario y lector enfermo en un instituto donde las sombras son alargadas debajo de la perfección, las buenas notas y una agradable imagen de sitio bien. Y todo con una radio pirata. Con música de Cohen y los Pixies. Con arrojo y sin demasiado miedo.


Recuerdo que no debía de tener más de dieciséis años, y al acabar de ver esta estupenda cinta (la he vuelto a ver, y todavía mantiene frescos muchos de sus aciertos, resulta casi visionaria) uno tenía la indefectible necesidad de montarla, de saltar, de gritar y bailar (ya decían los situacionistas que la subversión es siempre divertida). Es bueno saber de dónde viene uno, de dónde proviene su forja, su inconformismo que siempre causa dificultades. Quizás la película sea puramente teen, pero guarda un agradable mensaje en tiempos de recortes, paro y dificultades. Esos son los artefactos peligrosos con los que crecí. Y resultan actuales.








[Inicio frontal de Rebelión en las ondas con un exhuberante Christian Slater, luego insigne consumidor de estupefacientes con su adorado compañero de fatigas Robert Downey Jr. ("¿No tenéis la sensación de que está todo podrido?")]




martes, 7 de diciembre de 2010

Madera y salvación

Háganme caso (aunque sólo sea por una vez) y no se pierdan el magnífico trabajo recopilatorio de Conrado Zurdo, Dibujos en el aire. Una buena muestra que desde ya puede verse bajo los techos industriales de Espacio Vías (un espacio, valga la redundancia, donde existe un lugar para el creador leonés con nuevas propuestas). No es que sea uno un gran especialista en escultura (la pregunta correcta sería si lo soy en algo, ¿no?), pero en cuanto se cruzen con esos objetos vivos, de formas maquinales, inconscientes, a veces orgánicas y otras extraídas de la propia alma antropológica de todos los pueblos (desde las cavernas hasta hoy, en lo esencial, no hemos cambiado tanto, salvo quizás porque miramos mucho El Tiempo de Maldonado), no podrán evitar llevarse su recuerdo incrustado en su cerebro primitivo, por mucho que pretendan intelectualizarlo. Esas formas, esos colores, quedarán grabados y resistentes a la fría lluvia de los días. Arañarán y arañan (como astillas finas) lo que somos, y eso es mucho decir cuando el arte, hace ya tiempo, se olvido un poco de todos nosotros.



Por suerte, Conrado Zurdo tiene esa extraña habilidad (la tienen pocos) de golpear nuestro yo más íntimo, ese ser antropomorfo que solo vemos antes de meternos a la ducha; no es extraño pues que el vea toda su creatividad como algo natural (la humildad del insistente), como un torrente animal y de agua pura, algo así como pintar la cueva con siglos de evolución y motosierra Stihl. Pasan los siglos y nos vamos dando cuenta de que lo importante va estando lejos del asfalto, tal vez en la madera, en esos objetos casi vivos con tonos musicales, ecos de las vanguardias y sabor a roble seco que se modifica, que nos modifica. Yo creo que Conrado Zurdo nos ha pintado, nos ha mejorado un poco a todos. Luego él dirá que le ha salido de dentro (sin sarcasmo), pero eso mismo decían los chamanes y salvaban a la tribu de la terrible enfermedad que es el existir. En Espacio Vías tienen la prueba.









[The Smiths recreándose en la duda. Las flores y una aguda sensibilidad rodeando la vida]



lunes, 29 de noviembre de 2010

Dudas respecto a un Nobel

En el reciente artículo de Paul Krugman sobre la economía española en El País hay una serie de errores de bulto. Tan de bulto que me hacen dudar de varias cuestiones. Creo que sabe de economía (no voy a ser yo quien lo ponga en duda), pero este hombre no tiene ni idea de la idiosincrasia y la jeta rampante de este país. En el texto asegura que "los problemas se estaban desarrollando bajo la superficie. Durante el auge, los precios y los salarios crecieron más rápidamente en España que en el resto de Europa, ayudando a alimentar a un gran déficit comercial". Cualquiera que viva en la realidad y no sólo lea libros o revistas de Economía sabra a la perfección que esto no es ni ha sido así. Si no que salga a la calle y pregunte. Más bien al contrario, los sueldos siempre estuvieron estancados, no crecieron en proporción a la vida o los precios del consumo (y la burbuja inmobiliaria precisamente no ayudó a ello). Los trabajadores siempre hemos perdido y, desgraciadamente (en esto soy pesimista y estoy de acuerdo con Krugman) seguiremos perdiendo ("Lo que significa todo esto para España son perspectivas económicas muy pobres para los próximos años"), viviendo en ese error injusto y esencialmente antidemocrático en donde siempre pierden los mismos. La banca, suele decirse, siempre gana en estos casos. Y si encima tiene las leyes electorales a su favor, ni les cuento (veáse el manifiesto que se publicaba recientemente sobre el bipartidismo obligatorio, en donde el resto de fuerzas electorales es casi imposible que tengan más fuerza política -valen más los votos del PP-PSOE que los de cualquier otro partido).


Luego está el caso islandés, aparentemente fatal y demoledor. Pues resulta que años después de su grave crisis, y tras rechazar popularmente el rescate de la banca (se decidió despedir a los directivos y nacionalizarla), ahora van los tíos y se van recuperando con pulso firme. Está claro que la repetida salvación financiera de un país (parece un mantra), luego de otro y otro, es otra trampa donde siempre se cubren las espaldas también los mismso (curiosamente distintos a esos otros "mismos" de antes). Está claro que esta crisis (propiamente una "recesión", hace mucho que dejo de ser una crisis) va a reforzar planteamientos de compotetividad trasnochada, veáse algo así como trabajar más y ganar menos, sino lean por vds. mismos lo que opina el Nobel yankee :"España debe lograr la "devaluación interna": tiene que recortar los salarios y los precios hasta que sus costes estén otra vez en línea con los de sus vecinos" (y creánme señores que es la dirección exacta a la que vamos). Resumiendo, vamos, quieren algo tan caótico como que trabajemos como chinos, gastamos como norteamericanos y empecemos a ahorrar como nuestros abuelos porque quieren materializar dinero que se ha volatilizado en las viviendas y su especulación, además de su inevitable y previsible (sí, previsible, salvo para el que no lo quisiera ver) explosión posterior. Pero mientras la máquina siguió dando dinero, quién se va a quejar. Si es que han dado demasiada educación a las clases populares, ay.

¿Saben algo? Pasé lo que pasé después de esta recesión, Krugman seguirá cobrando un buen montante por su artículo-columna fallido, y menda escribiendo estas notas gratuitamente y sin ningún interés concreto. Pero resulta que yo estoy del lado de los que habitualmente pierden. Y los prefiero, Mr. Krugman. Lo suyo huele a grasa de la máquina. Y chirria tanto.








[The Church, esa iglesia a la que todos quisiéramos pertenecer como fieles de manos juntas. Melodías eclesiásticas para un lunes oscuro al norte del norte]



domingo, 28 de noviembre de 2010

Escribir la noche

Los libros se amontonan en mi mesita. Se hacen fuertes. Me gritan en sueños mi nombre. Lo repiten, una y otra vez, incansables. Porque siempre da la impresión de que entre uno de ellos está la verdad, la propia vida, lo que define a uno con ojeras o sin ellas.

El libro como objeto es otra droga. Más dura si cabe. El buen lector lo sabe. Los libros son insaciables. Se apoderan un poco de nuestars vidas, de nuestros amores y nuestros secretos. Y un día, repentinamente (sin esperarlo), como extraño placer y recompensa a nuestra fidelidad para con ellos, nos vemos sorprendidos con unas palabras que parecen que nos gritan a nosotros solos, seres únicos de un mundo gigante y amorfo que no cabe del todo en nuestra imaginación de niños con la misma edad una mañana y otra.


La noche huye siempre. Nos roba algo de los bolsillos. Un trozo de muerte y un trozo de vida. Las noches agradables son un regalo de algún dios que duerme.Si la noche se habita por la poesía, está uno un poco a salvo. Noche y poesía, como ese cóctel que uno pide al mismo barman de pajarita y no-sonrisa.

La noche es el descanso, es el fin, es la nada. La noche es uno mismo, lo que no nadie desea mirar con luz, tal vez horrible (en el fondo un agradable monstruo). Las horas pasan y vuelve salir la luz. Pero ése no soy yo. Es otro. Ya lo decía alguien, con nuestra muerte muere el mundo. Y puede que nazca algo (no es seguro). Todo eso que llamamos "día". Y como recuerdo inconfesable, una alargada sombra.






[Saint Etienne, ese pequeña-gran banda de pop que soñó ser diferente e infinitamente infantil]



lunes, 22 de noviembre de 2010

Dementes y ruidosos

El pasado jueves, en el Gran Café, Triángulo de Amor Bizarro ofreció uno de los directos más abrasivos que uno ha podido ver y escuchar en mucho tiempo. Los TAB en formato cuarteto volvieron a pisar León (la última vez lo habían hecho en el León Pop Festival) con su fiereza de guitarras como de lija y esas voces entre dormidas y langidas. Capas de ruido blanco invadiéndolo todo, sonidos que se convertían rápidamente en físicos para poder masticarlos y deglutirlos. Los pitidos en el oído eran una clara señal de que la cosa iba en serio. Tan en serio que el ruido duró días, amándolo, odiándolo, retorciendo el cuerpo y recordando, entre febril y delirante, uno de los mejores conciertos de la última temporada. TAB volvieron a demostrar porqué les llevan un paso de ventaja al resto de grupos de este país. Tomarlos en serio es poco, uno debería temerlos como a la futura pandemia que envolverá nuestra vida diaria en noise-pop. Están avisados. Y saben lo mejor, son gente corriente (como predicaba Pulp en los 90, sí estarán en el Primavera Sound, ay). Ya nadie cree en las divinidades (hasta el Papa quiere ponerse condones en "algunos casos").


El letargo ruidoso de mi cabeza no impidió, seguramente, y tal vez fomentó un agradable encuentro en la pantalla de televisión. En un canal de CyL emitieron para mi sorpresa Cecil B Demented, la maravilloso cinta destructora y anárquica de Waters. El tema: la gran estrella de cine de Hollywood es secuestrada para hacer una gran "obra maestra" del underground. Demented y su equipo harán como catarsis una crítica despiadada al mundo del cine contemporáneo. No queda títere con cabeza, del lacrimógeno Forrest Gump a la censura del cine familiar, de la defensa del cine porno y violento al chamulleo habitual y gregario de los estudios (pasa en todas las artes)...todo en manos de unos chicos que creen en el cine como única religión viable (sus tatuajes y marcas a fuego así lo atestiguan). Hasta el sexo puede esperar. Porque parecemos olvidarlo, Hollywood apesta, no crea sueños, tan sólo mentiras gigantes que se adueñan de nuestra mente y nuestros "indefensos" ojos llorosos (la escena del público en el cine viendo a unos niños enfermos y llorando sin control es magnífica). Y Waters, otra vez, sin grandes pretensiones, vuelve a dar en el centro de un arte que se va degenerando en ese camino por las tuberías (los estudios dicen que están secos de ideas, lo que verdaderamente no hay es riesgo y sí demasiados estudios de mercado).¡Dementes para siempre! No puedo dejar de repetirlo.











[My Bloody Valentine y ese extraño hábito que es fumar -que consiste esencialmente en un raro fenómeno agradable, inhalar y exhalar humo por la boca o nariz-]



lunes, 15 de noviembre de 2010

¿Rock n´roll para todos?

El pasado jueves fue el día de Vinila Von Bismark & The Lucky Dados. Una chica resultona (y famosa entre la fauna rock -mi madre, se lo dije a alguien, no tiene ni idea de quién es-) y un grupo rockabilly con la intención de triunfar en el sentido más amplio (y quizás más peyorativo, luego continuaré este planteamiento). Sin duda era el sitio en el que había que estar el jueves. Las opiniones se dividían: el público bailó con más o menos entusiasmo (aunque la mayoría iban de miranda, las primeras filas eran otra cosa), los músicos de los que me fio técnicamente los apedrearon técnicamente en la distancia tildando todo ello de "verbena rock" (chulo el concepto, ¿eh?). Luego la salsa de tomate salía resbaladiza a borbotones de las puertas del recinto de la Cafetería del Campus, aunque había quien hizo una defensa más o menos colérica (nunca vi tanto público en los conciertos de los jueves).

¿Quieren saber mi opinión? No tienen porqué. Aunque creo que puedo ser imparcial (bueno, salvo que Vinila me llame ahora, que lo veo poco probable, y quiera tomar algo en la intimidad y susurrarme cosas sucias al oído). Aquello tuvo algo de artificioso por excesivo (cada vez descreo más de los excesos a ciertas edades): exceso de agradecimientos, exceso de tópicos del rock, exceso de técnicas de venta... Vamos, escasa realidad y mucha representación, eso no quita para que alguno bailara creyéndose ante una jukebox postmoderna en el dinner. Allí se fue a admirar la fama (efímera y todo lo que quieran, pero máximo culto en nuestros días), si luego se podía uno agitar bienvenido era.


Existe una nostalgia del rock n´roll, de un mundo ordenado, con facciones bien definidas, con los buenos muy buenos y los malos muy malos, pero eso es nostalgia de un paraíso perdido (que nunca existió del todo aquí, en este país de garbanzos con chorizo -el que los tuviera-). La realidad norteamericana como un pasado total de la humanidad reciente. Hay quien habla mejor de todo esto (les recomiendo efusivamente Agotados de esperar el fin de Servando Rocha, mejor analista en este sentido que yo).

Volviendo al show. Mi más profundo dolor no es la hipótesis de que ya ellos ponen por delante lo de que son un "producto", a la defensiva, previendo lo inevitable, (que yo sepa, en tiempos capitalistas, salvo escasas excepciones todo es un producto si hay dinero de por medio). No, eso es lo de menos, lo peor a mi juicio es querer versionar a Nancy Sinatra (adoro a esa mujer) y hacer el "These Botts are Made...", cuando ya todos estamos cansados de su gran hit sixty (probablemente querían que todos lo corearan como en un pequeño Rock in Rio miniaturizado). Si hubieran versionado "Summer Wine" o "Some Velvet Morning" estarían salvados y hubieran ganado mi respeto y el de muchos músicos de la ciudad, salvados, claro, de un infierno que hoy parece apetecible para todos. La credibilidad y la fama hace décadas que no conjugan bien (aunque Vinila lo desee con todos sus tatuajes juntos).


Pero como el mundo no es perfecto y todo eso, y ya lo vamos sabiendo, les recomiendo un error menor, tiernamente fiero y vivo como la sangre. Este próximo jueves Triángulo de Amor Bizarro visitará esta fría ciudad. Si quieren ver rock con vida propia (y no solo aparente o como artificio) acerquénse al Gran Café a escucharles. Verán que la cosa ha evolucionado, que las poses y los guiños sobran y la subversión rock siempre sobrevive en unos algunos niñatos que quieren cambiar (un poco) el mundo. No se los pierdan y no olviden, tampoco, que el punk nos salvó, cuando todo parecía perdido, del artificio y los nombres con luces de neón.


*Imágenes de Hugo Alonso.





[Triángulo de Amor Bizarro, la más potente de las bandas gallegas de la actualidad. El ruido y la furia (y la voz suavemente sugerente de Isa). Algo así como unos Spacemen 3 coruñeses.]




jueves, 11 de noviembre de 2010

Fotos de tus desnudos (y mordiscos)

Siempre fuiste un tanto extraña. Una chica aparentemente tímida que luego me mordía el cuello y los lóbulos de las orejas con fruición. Solías hablarme de tipos serios que te habían amado (y mordido), de manicuras, de una vez que fuiste al cine sola de niña y otro niño no dejó de mirarte (apenas vió la película) y de aquella ocasión en que enfebrecida y alcoholizada decidiste tatuarte una palabra obscena en el interior del muslo (agradable sorpresa para cualquiera de tus amantes).

Solías aparecer por mi trabajo, en aquella empresa de azulejos que quebró, y pedirme una y otra vez que te hiciera el amor dónde fuese, cómo fuese...Mis compañeras, casi seguro, pensaron algún día en matarte allí mismo, cuando te veían aparecer con aquellos top ajustados y las faldas cortísimas de colores brillantes. Toda los hombres de la oficina, sin excepción, te miraban y me envidiaban, pensando luego de vuelta a casa en tus piernas largas y tu pecho alto.


Hasta que un día, no sé porqué, comenzaste a no querer besarme, a no pedirme que te mordiera o morderme tú(esto fue lo que más me inquietó). Habías conocido a otro. Alguien rudo con una dentadura perfecta y blanquísima. Tú siempre te burlaste un poco de mis camisas a rallas y mis dientes pequeños. Tengo alguna foto tuya desnuda que me gusta mirar de cuando en cuando, para recordar que una vez fui afortunado, que tu piel blanca me deseaba (nunca supe muy porqué, no lo explicaste).

Te volví a ver ayer. No dije nada ni me acerqué a saludarte. Estabas mirando un escaparate. Llevabas el pelo más largo y una blusa oscura que no delataba tu silueta de gata. Nadie prestaba demasiada atención a tu cuerpo. Me sorprendió ver que sacabas unas gafas de cerca para poder ver el precio de algún vestido, zapatos o chaqueta. Me di la vuelta y caminé en otra dirección. Una nube tapó el sol y el día comenzó a parecer más artificial y seco. Llegué a casa y rompí todas las fotografías que tenía (las tuyas incluidas). No sentí alivio. Nada.



*Imagen de Juan Francisco Casas.




[Tokyo Police Club, la hormonada baanda canadiense que quiso comerse el mundo. No creo que lo hayan conseguido]



lunes, 8 de noviembre de 2010

Ciegos a la X

Este hombre de más abajo es Douglas Coupland. Responsable de un libro, Generación X, que definió a toda una serie de jóvenes confusos, de futuro poco prometedor y algo de inercia e inactividad. Me gusten o no las etiquetas, ésta viene al caso. Casi nadie ha leído la narración de Coupland, pero todo el mundo se apremió a opinar y a negar por sistema. Generación X define a mi generación, la de finales de los 70, aturdidad y huidiza, nos guste o no. El libro cuenta la hisrtoria de unos cuantos chicos que se separan de la civilización y deciden contar historias una tras otra, compulsivamente, para huir de un mundo que dejan atrás poblado de trabajos y vida basura.


La obra tiene un arranque espectacular, ideas originalísimas, buenos retratos de personajes, perfectos escenarios...pero luego todo se diluye, se esfuma como vapor de agua (vistoso pero evasivo), quedando todo ello en un artefacto aparentemente llamativo y sin resolución (si no hay proximidades con mi/nuestra generación, es que no las queremos ver). Esa X es de indeterminación, de falta de expectativas (los que lo prometían todo, los que lo tenían todo), los "niños malcriados de occidente" encerrados en la ficción de las películas, la música popular y el cine de más o menos calidad. No ver algo no quiere decir que no exista. Nos merecemos esa X, como un tachón, un borrón negativo que cruza de lado a lado, de esquina a esquina, un signo sexual y amorfo utlizado para las cosas sobre las que no se quiere hablar. Esos somos nosotros.





[Eso sí, el rock muy resultón. Black Rebel Motorcycle Club como grito correcto]



martes, 2 de noviembre de 2010

La tribu de los escritores y los poetas

Para mí estas nuevas pre-jornadas de Leteo han sido un descubrimiento. Un descubrimiento y una autoafirmación de una forma de entender la realidad, con el filtro impagable de lo literario. Un magma de creadores torrenciales a los que siempre veo estimular por parte de Rafa Saravia y Alberto R. Torices. Si Azul eléctrico ha sido alguna vez el underground leonés, Leteo y los suyos (Yago, Sergio...) quieren hacer de la vida literaria algo diario y natural, como comprar el pan o sacar dinero del cajero. Porque ellos dignifican la figura del escritor, del poeta en ciernes, convirtiéndole en un ser, no sé si a admirar, pero sí al menos al que no prostituir. Vila- Matas me dijo en una ocasión que todos los escritores le debíamos mucho a Cela, ya que siempre pedía algo a cambio de sus lecturas, aunque fuese un jamón o una ristra de chorizos. Tengo la sensación, puede que ingenua, de que hay quien quiere frenar la prostitución (barata y facilona) del escritor.



Un placer inmenso conocer a Mareba y su visión singular de la existencia, a ese escritor que debió nacer en Arizona, Álvaro, la sabiduría experiencial de Tomás, a Jorge (y a su poesía-espectáculo), a Cecilia y sus poemas cadenciosos, a Adriana y su fuerza natural (provocadora e incontrolada) y, claro, a Rubén, que me volvió a mostrar con acierto y relajo que todos somos uno, aunque suene hippie y desfasado. Comienzo a verme mayor. Ay. La tribu de los escritores y los poetas se reunió entre sillas amarillas ante la hoguera y sus llamas, a releer sus trucos verbales, esa magia que lo transforma todo, su modo único de vivir en un lugar extraño, trágico y tal vez hermoso. Primero fue el verbo. No estoy solo. Tú tampoco, lector, gracias a todos ellos y a esa enfermedad incurable que es el escribir. Tuvimos suerte al encontrarnos.






[Dion, ese gran descubrimiento de Javi O.]


miércoles, 27 de octubre de 2010

Los situacionistas pendientes

Los situacionistas, bueno, la Internacionla Situacionista, me tiene atrapado. La última revolución pendiente (todas son pendientes, desgraciadamente) no deja de instalarse en el fondo de mi cerebro como a fuego azul de gas. Leo a Alexander Trocchi, a Guy Debord y su espectacular anti-espectáculo, la firmeza indescriptible de Raoul Vaneigem en su Tratado del saber vivir... y comienzo a entrever la posibilidad "real" de un cambio de modelo de pensamiento y de vida (modificación de roles, no trabajar, un cine distinto, una ciudad psicogeográficamente placentera...). Hay quien dice que ellos fueron los responsables directos del veneno de ese mayo del 68 francés.

Cuando Dadá se pervierte, cuando los surrealistas ya son sólo un grupo de burgueses y anarquistas de boquilla, llegan los situacionistas a romper de nuevo la baraja por la mitad. No sólo a romperla, a quemarla, a llevar a la práctica un sistema intenso que en el caso de Debord le deja únicamente la salida del suicido (mayor credibilidad imposible, mayor despilfarro, dirán otros, imposible). Los situacionistas bebían alcohol enfermizamente y consideraban que había cosas no debatibles (tanta tolerancia a todo, se ha visto, es un mal peligroso), su revista (mataría por ver una IS original de la época) era lo más avanzado que se podía ser a finales de los 60(Hegel decía que no se puede superar a la propia época) y casi hasta el principio de los 90 (con tanto pesimismo a la moda, que diría Diane Keaton en Manhattan)con ese documento inclasificable y hermoso, el Panegírico de Debord, una especie de memorias poéticas imposibles de dejar de leer.


Con los situacionistas me ocurre que me apetece hacer pintadas por las calles a todas horas (tengo mil frases que poner en negro), fanzines de grapa contra una forma de vida moribunda y estéril. Vivir, que es en el fondo lo que pedían los situacionistas. Auténtica vida, no simulacro de vida. Dormir -levantarse- desayunar- trabajar- comer -trabajar- cenar- ver la televisión- dormir... y así infinitamente, hasta la muerte o una neurosis paralizante que nos imposibilite vivir.

Cada vez es más fácil conseguir textos de este singular grupo de creadores y rebeldes (aunque hasta hace no mucho eran casi inencontrables, salvo quizás los de Anagrama). La editorial Pepitas de calabaza ha publicado dos compendios de textos situacionistas, los de la sección inglesa e italiana (que pueden ser reproducidos gratuitamente, si no conllevan beneficio económico), también Pre-Textos tiene entre sus obras el manual básico del situacionismo, La sociedad del espectáculo, y Anagrama cuenta con varias obras, desde algunas de Debord hasta El libro de Caín de Trocchi. Si se cruzan con alguno de estos libros, no lo duden, están de enhorabuena. Una señal de que su futuro próximo será distinto y tal vez mejor (sin vendas). Creerán en la vida. Eso sí, subversivamente.






[Souvenir, uno de los grupos más destacados que he seguido últimamente. Hice todo lo posible por traerlos a León. Imposible. Familia, fechas y demás historias lo imposibilitaron. Una pena, ¿no creen?]



lunes, 25 de octubre de 2010

La red egoísta

La red social es otro de esos trabajos analíticos y obsesivos de David Fincher (director de, por ejemplo, Seven), en la línea que inició con Zodiac y que una avalancha informe de críticos se dispuso a adorar sin condiciones y pegajosa baba. No puede uno negar que la obsesividad de otros es aburrida (la de uno siempre parece interesante), aunque siempre hay obsesiones de más o menos calidad, más o menos aburridas. La red social debe mirarse, a mi jucio, como un retrato de una generación que solo ama el dinero (justo después a sí mismos), compulsivamente, una generación a la que todo es práctico en función de que sea económicamente interesante. Tiempos difusos, tiempos líquidos (mi particular ehnorabuena a Bauman, al que más que merecidimante han galordonado con el Premio Príncipe de Asturias de este año).


La red social nos recuerda que las nuevas generaciones (la mía incluida) han sido educadas únicamente para su beneficio personal (ni siquiera ya para el de sus amigos), su inteligencia aplicada a obtener ganancias (hay agradables excepciones, por suerte), nada de desear o pretender cambiar el mundo. Todas las generaciones previas, especialmente las del siglo XX, lo intentaron con más o menos acierto (alguno se convirtió en lo que odiaba previamente), perdieron (la prueba está delante de nosotros), pero sin esos intentos, sin la utopía todo sería probablemente mucho peor (antes se odiaba a la generación de los padres, ahora se les pide un montante para llegar a fin de mes). Qué vayas a perder la guerra no quiere decir que no se deba intentar hacer caer algo que no está bien.

La cinta cuenta la historia, muy asépticamente (nos movemos con la legión de abogados detrás), de un muchacho resentedido dentro de las élites que dominarán el mundo (Harvard y clubs por el estilo), que crea facebook, la red más exitosa de todas, que se extiende como un virus no para crear algo positivo, sino simplemente para decirle a nuestros "amigos" que me voy a la ducha o me duelen las muelas. Cosas de los tiempos, insisto. El presidente real de facebook, como contraataque ha donado 100 millones de dólares a colegios infantiles norteamericanos, que si ahora quiere acabar con las guerras en el mundo... Si te tienen que hacer una película para recordarte que eres monstruo, mal vamos. Luego los chicos de marketing harán su trabajo. Sí, la historia del multimillonario más joven de la historia.






[Bowie en directo con ese magnético Let´s dance, uno de los hits de los 80 más redondos. No bailar es realmente imposible... Una vez estuve a punto de verle en directo...No pudo ser]



viernes, 22 de octubre de 2010

El diablo en el ojo por Roberto Castán

Existe la tendencia un tanto irracional a considerar a los creadores musicales como literalmente menores. Evidentemente no estoy de acuerdo (ni yo ni muchos, por suerte). Intentaré ejemplificar. Por eso quiero dejar hoy este espacio a Roberto Castán, parte de Trigger y Galáctica, para que ahonde en su respiración descontenta con un relato estrictamente literario en un entorno de escritores y ortodoxos del lenguaje (los que más habitan y visitan este blog). Le abro la puerta al extraño mundo de la literatura. Aunque siempre se lo digo, eres un escritior frustrado, el problema es que yo soy un músico frustrado. "El diablo en el ojo" de todos los que miramos fuera... Espero que cunda el ejemplo y Nick Cave o Cohen no sean sólo anécdotas.


El diablo en el ojo


Aquel hombre era un cuchillo, una noche dentro de un día, una bala entre los ojos, lo más cerca del diablo que jamás haya podido estar.
A ese hombre lo detuve una tarde de octubre en la Iglesia de Santa Catalina mientras se erguía como una estatua tenebrosa sobre la sangre de una niña, encima de una luz que se extinguía en círculos sobre un charco rojo de dolor en reflejos dibujados por el filo de una gélida brisa.

- Él, él me dijo que lo hiciera y… él está llegando.

Aquel hijo de puta me heló la sangre con su mirada mística, con la palidez de su cara sin rostro y con el eco de una voz que casi me hizo creer sus palabras como sólo se cree en las de un santo.
Reaccioné agarrando, todo lo fuerte que pude, su brazo y lo conduje fuera de la iglesia que en la que le había visto matar, no opuso resistencia, podía haberlo hecho, podría haber acabado conmigo sin esfuerzo si se lo hubiera propuesto, pero no lo hizo. Mis músculos eran sólo una masa informe que temblaba al ejecutar su habitual motricidad como un tarro de miel intentando sofocar un fuego mientras el asesino seguía caminando impasible como cordero delante de lobo.


Más que llevarlo, me acompañó él hasta el coche, entró al abrir yo la puerta y me miró a los ojos por última vez y no comprendí nada, como si te dicen que el Big Bang lo creo Mickey Mouse o que Dios creó la nada después del fin de los tiempos… Sólo pude desviar mi mirada y conducir en medio del silencio cuarenta kilómetros por un desierto helado donde las rocas pasaban como luces apagadas flotando con la levedad de la que están hechos los sueños, sólo el vapor salía de nuestros labios y mis nervios dieron paso a un estado de placidez casi familiar al lado de aquel maldito bastardo.
No sé en que momento entró en mí o yo entré en él, sólo sé que todo lo que tenía que cambiar cambió, y dejé de ver al diablo en el ojo ajeno, me sentí seguro y solo como un fantasma, sin nadie a mi lado, solo: aquel… ese… este hombre…

Roberto Castán





[Si no fuera por el rock n´roll ciertas formas de arte serían menos populares y segurían en manos de unos pocos como forma de dominio. Arte popular de asalto. Si no fuera por hombres como Johnny Cash...]


jueves, 21 de octubre de 2010

El corazón (siempre) es mentiroso

Se pueden decir infinidad de bondades y maldades de esta película, de este libro engañoso y quizás por ello más auténtico que la propia vida. La historia de la década para algunos. El corazón es mentiroso es la obra de J T Leroy, un chico precoz, apenas 16 años, de ideas suicidas al que su psicólogo le recomienda escribir para controlarlas. Luego resulta que era mentira, estaba escrito por una tal Laura Albert a la que incluso quisieron enchironar. Es lo de menos, insisto, ya todos sabemos que Rimbauds hay pocos últimamente. La cosa creció, alguien se hacía pasar por Leroy con una gran peluca warholiana haciéndose fotos con todas las celebrities. De algo así en lo escrito y las noches con flash, lo filmado debía estar a la altura. La encargada, la siempre polémica Asia Argento.


La película no tiene desperdicio (y que conste que no he leído el libro, no conozco su fidelidad en su traslado al celuloide). Jeremiah es un niño de una madre punk descarriada a la que hace tiempo le quitaron su hijo los servicios sociales. Consigue que el pequeño vuelva a su lado, pero a partir de entonces habrá de todo: drogas, prostitución, trapicheo, travestismo... un submundo que por ficticio, insisto, no es menos doloroso. Críticas severas a una sociedad radicalizada, hacia la religión o el exceso, las broncas, la locura, la desorientación, la mala comida, la supervivencia de los que no saben sobrevivir (pero que lo intentan por puro instinto). La imaginación ordenando lo cruel. Eso sí, ojeen esta cinta, como curiosidad abominable y transversal. Viajen junto a esa madre y ese hijo en su coche para ver esa otra América -Occidente en general- que no aparece en los anuncios de automóviles y las pantallas de plasma.





[Extractos de la película. Preparen el omeprazol o algun protector gástrico para digerir la brutalidad sobre la infancia. No por falso es menos real...]


miércoles, 20 de octubre de 2010

Dieta de odio

Supongo que la punta de la pirámide ha conseguido con facilidad que nos odiemos. No nos soportamos del todo, así que era fácil. Pero tampoco podemos estar así por siempre (aunque la Historia diga lo contrario). Amando odiarnos. Es terrible. Por si se ha olvidado alguien: todos somos el mismo. Prácticamente idénticos.

La pelota roja bota en el patio cada vez más lentamente. Los gatos se la pasan e intentan morder la goma, pero los colmillos finísimos resbalan y chirrian. Uno de los vecinos está preparando veneno para ponerlo en un poco de comida para gatos que lleva partes de gato. No demasiada, es bastante cara en el supermercado. El mismo vecino que se queja de que no le den una ayuda social, una pre-jubilación o algo agradable.


Hay quien nunca irá a una guerra, aunque tenga más interés que nadie en que la haya. Irán jóvenes imberbes, con no demasiado cerebro y pobreza, mucha pobreza. Alguien es muy pobre porque otro alguien es muy rico. Y no es debatible. Es así.

Las manzanas crecen en el árbol de enfrente. Unas manzanas rojísimas que tienen sabor a miel seca. Brillan desde aquí. Hoy he robado unas cuantas. Y mañana pienso hacer lo mismo. Si tengo hambre y no tengo comida, es lo más lógico. /El mayor culto contemporáneo es a la propiedad privada/ Matar no está bien. Pero que me muera de hambre tampoco lo está. Esa idea se instalará en los cerebros de los desheredados, seguro, y la civilización penderá de un hilo como saliva blanca.





[It´s the end of the world en entorno de guerra. Tal vez, sólo tal vez, los atardeceres con napalm pueden ser terriblemente bellos (eso parece siempre en la pantalla)]


jueves, 14 de octubre de 2010

Oda a los Smiths

Siempre he creído que los Smiths me esperaban. Agazapados desde un rincón (tal vez iluminado) de una cubeta de discos. La voz operística de Morrisey. La velocidad rítmica perfecta de Johnny Marr (justo al tono de mi corazón). La melancolía absoluta. Depresión postcoital y noches calurosas en la terraza fría mirando directamente a la noche. Los Smiths están en nuestras madrugadas para devolvernos nuestro reflejo ojeroso, para aliviar todas esas heridas (los cortes profundos y los más frágiles), esa forma intensa de hacernos daño el mundo. Los Smiths son un refugio de conglomerado cálido, donde las verdades no se rodean; en poesía (en la buena poesía, quiero decir), al contrario de lo que cree la mayoría, no se dan vueltas en derredor, se dice todo a la primera.



Morrisey llora en cada palabra, grita con las flores en el bolsillo de atrás, mientras su camisa es cada vez más grande, holgada como las lonas de los circos. Los Smiths siempre jugaron con nuestras almas como hierba, por eso se contorsionaban danzando ágilmente, malabares músico-verbales. Siempre creí que algo como los Smiths debía existir en alguna parte. Tuve que perderme y encontrarme varias veces, hasta que una tarde, hace mucho, The Queen is Dead entró bajo mi cazadora, protegido como un niño famélico (el disco y yo, ambos). El dolor siguió, pero los Smiths, a partir de entonces, se quedaron, puede que para respirar pequeñas bocanadas de aire conmigo. No hay nada como respirar los Smiths.




[Bigmouth Strikes Again en directo, la cuadratura del círculo en el pop pluscuamperfecto de los 80. Bocazas, sí, pero lo justo]



lunes, 11 de octubre de 2010

Azul eléctrico salva!

Nuevo número de Azul eléctrico. Nueva aproximación a una particular forma de plantear cierta cultura underground. Y ya van más de cinco años de alegrías, de satisfacciones y sonrisas, pero también de dudas y frustraciones profundas. Un modo, creo, único de entender la edición, la imagen y el escándalo conceptual. Cinco años de rodearme/nos de creadores de primer nivel, personas que desinteresadamente han creído conmigo en una idea claramente "a contracorriente", alejada de convencionalismos e ideas manidas como pasamanos. Creí/mos que la realidad necesitaba Azul eléctrico. Cultura popular y alta cultura unidos, adheridos(¿vale todavía esa diferencia? creo que hemos demostrado que no), cultura de asalto, reafirmando esa titular que apareció en prensa en la presentación del nº0, "Azul eléctrico será exigente con el lector". Pero también gratuito, singular, diferente, un regalo de muchas personas únicas descontentas con ciertos modos de ideación escrita y estética. Un proyecto único en un momento único de una ciudad, a veces, un tanto anclada en el desierto de lo habitual y lo recurrente.


La última entrega, ya en las calles, pretende retratar la violencia diaria, la violencia ejercida sobre todos nosotros y los distintos modos o vías de asimilar sus formas, emularla, enjuiciarla, reinterpretarla o devolverla a su punto original. Azul eléctrico y su modo heterodoxo de entender las necesidades del presente. Nacimos con el arte rupturista y el ruidismo, y cinco años después concluimos en la violencia. No hemos cambiado tanto. No nos hemos vendido tanto(o no demasiado), no hemos claudicado de una forma de entender la creación y la vida. Cambiar para seguir siendo los mismos. Azul eléctrico, con esas dos únicas palabras de una canción de Bowie, ingenuamente (como todo lo valioso), quisimos cambiar un poco el mundo, al menos esta extraña realidad local infectada por el aburrimiento y la asepsia mental oficialista (con agradables excepciones que hemos intentado acercar siempre a nosotros). Gracias por leer y dar sentido a este peligroso artefacto.










[Elvis Presley y sus pluscuamperfectos movimientos karatecas. Atención a la llegada y look de "El Rey"]


jueves, 7 de octubre de 2010

La vida en la calle

El español medio es un hombre que vive en la calle, que respira la calle y ama lo que no está en casa. Los argentinos suelen decir que los españoles no vamos mucho al psicoanalista porque tenemos los bares. Sí, pero también tenemos la calle, que nos salva (demasiado) de nosotros mismos. Sin la calle no se hubieran fraguado las cosas verdaderamente importantes de este extraño país. Existe la tendencia popular a considerar muy valioso a aquel que ha hecho horas en la calle. Una especie de medalla de guerra valiosísima. Se suele decir de alguien que "tiene calle", en un sentido ambivalente, pero claramente práctico (es útil, sin duda). El español siempre ha considerado que ningún libro o profesor podrá mostrarle la verdad,la vida, como lo hace la calle con su sorpresa y conflicto continuo. En el asfalto palpita el sueño o la pesadilla (¿quién sabe?) española. Especialmente en el asfalto nocturno y excesivo. La calle durante la noche es la sabiduría elevada a la enésima potencia. Una especie de entrenamiento para la vida. Como un rito de paso, que dicen los antropólogos, para poder enfretarse a lo complejo de la existencia de este, bien llamado, ruedo ibérico.


Pascal decía que casi todos los problemas del hombre le vienen por no saber estar solo en casa. Al español le pasa mucho (los problemas, digo). Necesita de los otros. Vive con los otros. Le agradan las aglomeraciones, el bar lleno, la zona por donde no se puede ni pasar ni pisar. ¿Por qué? Porque el español se ama y se odia en partes idénticas. Bebe en compañía y ríe en compañía, pero sin fiarse nunca del todo del otro. Esta es tierra de trileros, de tramposos que aman el descuido, el billete caído y la mirada despistada. A los niños pequeños se les dice en este país que tengan cuidado con las vueltas en las compras (¿en qué mundo alguien engañaría a un niño?: sólo en España, claro). Uno se va preparando para el festín pícaro que le espera.

Pero no todo es preparatorio en la calle. También es un agradable lugar donde comer, donde beber (especialmente donde beber, este país vive bebiendo). Juntos, pegados unos a otros ingiriendo espirituosos para alegrar y alargar su forma de vida (el español dice mucho que este es el mejor lugar del mundo -quizá nunca ha salido demasiado de aquí, creo yo-). Aunque, ¿saben algo?, tampoco me disgusta estar al lado de otro español pegado, arreglando el mundo, amándonos y odiándonos, porque en casa todos ya sabemos lo que ocurre: nada. Y a eso, a que no ocurra nada, es a lo que más teme el español medio.




[Ópera Prima, el debut tras la cámara de Fernando Trueba. Una cinta que desvela ese amor infinito y mágico que el español tiene por la calle. Todo lo importante ocurre cerca de esas estrechas aceras...]



sábado, 2 de octubre de 2010

De gatos, literatura y verdad

Pura casualidad (¿eso existe?). Me he acercado a David Foster Wallace y he quedado sorprendidísimo. Un libro: Hablemos de langostas (una obra teóricamente menor, de artículos de análisis en prensa). Y ya está liada. Y ya soy adicto a su estupefaciente literario. Qué fácil soy a veces, ay. Pienso hacerme con toda su obra en el menor plazo posible. Cuando un norteamericano tiene el don, es un peligro para un lector como yo (preso de los análisis encadenados e ingenuos a la vez).

Wallace falleció tempranamente en 2008. Relativamente joven, este chico con intereses de hombre diferente, es capaz de hacer el análisis más agudo que he leído nunca sobre el porno o la radio conservadora sin temblarle el pulso ni una ligera coma. Perfecto. Redondo. No sobra nada (bueno, a veces, demuestra que sabe tanto que se pasa, pero qué persona apasionada no le ocurre eso). No falta nada, eso sin duda. Visión rayos X, afilada, profunda y sin miramientos. Habrá a quien le guste o habrá quien le vea como un esnob indomable y pretencioso (todo el que escribe se la juega a eso). Nunca se llegaría a odiar en todo caso a los niveles de Cooper, pero bueno -siempre recuerdo una publicidad de un libro de Copper en unos lavabos de un teatro madrileño-. Lean Contacto o Guía y me cuentan. Si pueden.


D.F.Wallace existe para que creamos de veras en la literatura (por eso decía antes que no creía en las casualidadades, siempre me aparece uno de estos autores cuando tengo dudas o miedos de creador inseguro acerca de qué es eso de lo literario). Para que no pierda/perdamos la fe. Una forma directa de profundizar en la verdad (todo esa verdad que la ciencia pretende y nunca logra del todo). Esa verdad (rozada, nunca atrapada), creánme, la tiene el sr. Wallace. También he estado con otro libro, uno poco conocido de W.S. Borroughs, Gato encerrado. Una obra semipoética donde describe su relación íntima con los gatos. Sabían, por ejemplo, que en la cúpula de las SS nazis, se hacía cuidar un mes a un gato, dándole de comer, bañándolo, etc. para luego arrancarle un ojo. Se hacía con la intención de que el oficial nazi perdiera toda humanidad, cualquier forma de compasión. Otras culturas, en cambio, lloraban su muerte y lo paralizaban todo. Yo nunca he amado u odiado a un gato. Nunca creí en la literatura sobre gatos (hasta ahora). Me parecía que era cosa de señoras cursis que escribían el domingo a la tarde unos versos. Creo que tengo que rectificar. Puede que algun gato me salve (si no lo hace la literatura antes). Echen un vistazo por aquí.

Por cierto, me han regalado el nuevo de Bret Easton Ellis, Suites Imperiales. También uno de mi querido Norman Mailer sobre el viaje a la Luna. Lo olvidaba, hoy es mi cumpleaños.





[Sigo pensando que este grupo, You say party! We say die! es de lo más original en años. Me enamoré de su nombre, ahora lo hago cada vez más de su música]



miércoles, 29 de septiembre de 2010

Y todo sigue igual

Hoy el tema es la huelga general. Colocar aquí un poema, un relato breve o una de mis extrañas recomendaciones sería frívolo. Muy frívolo. Hoy hay personas que han ejercido su derecho huelga. Y eso es algo que no sucede todos los días en un país. No han sido muchos, la verdad. Las calles se presentan hoy irregulares, hay una cafetería cerrada junto a una tienda de perfumes abierta. Ésa debería ser la foto de esta jornada (aunque creo que no es mala la que he añadido aquí). Irregularidad en una protesta en la que no todo el mundo creía. Por las formas, el momento, quiénes la convocaban... lo que sea. Nos sentimos utilizados y esa es la mayor de las certezas. Por los intereses de unos, por los beneficios económicos de otros. Pero saben algo, tengo la sensación de que ha ocurrido lo justo para que todo siga exactamente igual. Los sindicatos han demostrado que tienen poder de influencia (escaso, pero suficiente para continuar en el mismo lugar que estaban).


Mañana nos seguirán presionando -siempre un poco más - a los que estamos en medio de sus intereses (partidos políticos, sindicatos, estructura económica...). Y mientras la viela seguirá girando imparable (creo que ver hoy Tiempos modernos de Chaplin debería asustarnos más que hacernos reír). El mejor barómetro, creo, hasta ahora (las 15 horas, mañana se verá todo mejor), es el gasto de energía en el país, un 17% menos frente a un 22% en la huelga de 2002. Un poco menos, lo suficiente para que nos sigan presionando con idéntica inercia, siempre insaciable. Y lo peor, a mi juicio, que han conseguido que todos nosotros contiuemos enfretados en diatribas que no llevan a ninguna parte. Seguiremos cagandonos en todo y en todos en el bar, con los parroquianos de siempre (ahora alguno más en paro, esperando no ser uno el siguiente), y dejando que los días inmóviles nos pisen, nos roben el aire. No sé qué será mejor, la verdad, pero quedarse en pause sólo fomenta que todo siga igual e incluso un poco peor.

Saben una última cosa, no quiero creer en el cinismo (me horroriza), el salvar solo mi propio culo, en la mentira, la hipocresía rampante...eso lo dejo para otros. Si roban eso, aunque parezca poco, entonces sólo nos quedará ser esos horribles zombis de Romero. Todavía no he encontrado la fórmula, no soy tan hábil, aunque si lo hago les avisaré, pero confío en algunos hombres (pocos, la verdad) que, seguro, tendrán la decencia de hacer las cosas como deben hacerse. Búsquenlos, existen. Eso nos dice el arte.






[Devoto, ex vocalista de Buzcocks, fundó Magazine, una interesante formación que no deberían olvidar, apunten ese nomkbre en un papel o busquen por internet. Retengan esa melodía en su cabeza, olviden ese murmullo propagandístico de todos las partes que resonará hoy en cada una de las esquinas...]


jueves, 23 de septiembre de 2010

True Blood, sexo con vampiros

Es época de series. Nadie debería atreverse a poner en duda esta afirmación. La última década ha sido profusa en series de televisión de lo más interesantes. Perdidos tiene, ya hoy, la categoría de mito y otras muchas vienen a revalidar el título de década más intensa y creativa en lo que a series inteligentes se refiere. True Blood (traducida como "Sangre Fresca" aquí en España) es una de ellas. Una serie adictiva (como debe ser), ágil, ingeniosa y estéticamente impecable. En papel, los vampiros han salido del armario, oficialmente quieren integrarse en la sociedad, ser ciudadanos con derechos y deberes. ¿Cuál es el problema? Que no todos piensan igual. Como todo buena historia, lo local habla de lo universal, y así un pequeño pueblo sureño norteamericano retratará esa evolución y difícil convivencia.


No es casualidad, claro está, que sea un puebecito sureño, que haya negros, homosexuales, seres diferentes (la protagonista puede escuchar los pensamientos de otros), porque de eso habla True Blood, de ese miedo hacia lo desconocido, el interrogante, lo que no conocemos porque preferimos quedarnos en casa viendo el televisor y las horas pasar (uno de los vampiros, por ejemplo, es de lo más sedentario, se pasa el día ojeando series, habla en una ocasión de Héroes -¿autocrítica?-). Es más sencillo no comprender que comprender.


Ese terreno movedizo también se lleva al sexo. Hay quien fornica como un descosido o quien teme patológicamente el sexo (desnudarse ante otro es abrir el interior un poco más). Porque en True Blood hay sexo, mucho sexo, como quizás nunca se ha visto en una serie de televisión. Sangre, desnudos y una trama que evoluciona con facilidad conviven en una de las series más interesantes que hoy pueden verse en la pequeña pantalla. Se enamorarán, seguro, de los labios de Sookie, de la torpeza ingenua de su hermano, de los vampiros sexualizados (siempre lo estuvieron, ahora ya no se esconde), de un pueblecito que parece el gemelo cachondo de Cicely (¿recuerdan Doctor en Alaska?), mientras en uno asistimos a sus derivas existenciales, en True Blood vemos libidonoso al personal (es otra forma de existencialismo, ¿no?), además de, como siempre, intentar comprenderse (lo cortés no quita lo valiente). Aunque eso, creo, lo pretendemos todos, vampiros o no.







[Intro de esta magnífica serie. Prepránse para una adicción más sabrosa que la propia sangre...]


miércoles, 8 de septiembre de 2010

Un regalo para dos

Aunque Nieto, o David (¿alguien, que no sea su madre, le llama David?),haga de Carl y Lenny (la pareja blanca y negra de Los Simpsons) con el bueno de Belerda, Mr. Nieto vive enamorado. Tanto que se casa, evitando el "arrejuntamiento" -que decía mi profesor de religión - en tiempos difusos y que desorientan hasta al más "pintao". Pese a su tensión (faltan pocos días para la boda, un 11-S, ¡vaya fecha!, pregúntale a un psicoanalista, Nieto), ha decidido hacerse un hombre, de esos de los que se sienten orgullosos los padres, las madres y hasta el vecino del cuarto, dejándonos a los demás como crápulas, vividores o punkis malpintados (esto último, por ciertas fotos, más difícil de negar en su caso). Me alegro por él, un hombre -insisto, estas cosas son de hombres- de sonrisa afable, mirada buena y palabras agradables. Nieto es de los que piensan con cierto orden y tienen el corazón desorbitadamente gigantesco,por eso me alegro por él, con él, de atreverse a dejar cierta post-adolescencia a un lado, eso no significa que perdamos su yo auténtico, de verdad (hay mucha mitología con esto), trasparente como el gin y bueno como un monaguillo rubio. Ánimo pues, Nieto. La vida sólo sonríe a los valientes.


Pilar o Pili es de esas chicas inteligentes y con sentido común (no hay tantas como nos venden los periódicos o los programas del corazón), de esas que siempre sonríen (una bendición), que nos hacen el mundo más fácil, digerible o un poco menos malo. Pili, como mujer sensata y lúdica que es, se va a pegar más a Nieto. Hace bien, porque los hombres siempre necesitamos a alguien que nos oriente, que nos diga que hacemos las cosas mal, la mayoría, y algunas otras, pocas, bien. Siempre he creído que son una buena pareja, sin aristas, un puzzle de dos mil piezas o más que encaja, pareciendo siempre dos o uno solo, salidos de una de esas pelis indies americanas en que la vida parece un tanto más real (las parejas de Hollywood son todas de plexiglás, que diría Aviador Dro). Seguro que les irá bien a ambos, juntos, siempre juntos, ella, seguro, un poco más sonriente, él un poco más afable. Frente a tanta crisis perpetua, a tanto mal rollo del personal, hay cosas que salen bien, y que Pili y Nieto estén juntos, adheridos un poco más, como cromo y álbum, es una de esas cosas buenas. El mundo es una gran mentira,y tal vez, sólo tal vez, gente como Pili y Nieto sean de verdad, traspiren verdad en lo que dicen y hacen, sobre todo en lo que hacen. Enhorabuena pues a ambos. Nos debemos los tres un abrazo de niños delgados.









[Y recordar los dos, ay, que a veces hay mucha belleza ahí fuera...]


martes, 31 de agosto de 2010

Nueva cita con Allen

Como cada año, como el día de Navidad o el de tu cumpleaños, llega puntualmente la película de Allen. Nunca en una fecha concreta, de ahí quizás su expectación y su agradable tradición. Ha habido mejores y peores años, como ha habido mejores y peores películas en cada uno de esos años. Pero la de esta ocasión me ha gustado, sí, y mucho, la verdad (Cassandra´s Dream, por ejemplo, resultó un fiasco total a mi juicio). Aunque también hay que decirlo, Allen está ya un poco lejos de aquellas genialidades absolutas como Annie Hall o Manhattan. Hoy su cine vive sin pretensiones, intentando vivir el día a día para desvelar ese fondo sin fin que son las relaciones entre las personas. Y ese "fondo" inagotable Allen lo conoce a la perfección. El humor ya no es imprescindible, ahora lo es más el diálogo, la búsqueda del otro y de uno mismo. Nadie conoce tanto al ser civilizado occidental (bueno, sí, al burgués de clase media-alta con acceso a la cultura) como este cineasta. Nos vemos siempre reflejados en esos escenarios, entre libros, viendo películas, debatiendo sobre todo y sobre todos. Allen habla de nosotros y por eso siempre nos interesa (y, especialmente en el pasado, donde muchas veces, seguro, llegó a dejarnos asombrados y boquiabiertos con alguna de sus ideas).


Conocerás al hombre de tus sueños es una fábula moderna comprensible por cada uno de nosotros con facilidad. Especialmente porque tenemos algo evidente de cada uno de esos personajes huidizos y neuróticos que siempre retrata. Narcotizados y adictos a las ciudades. Como el mejor psicoanálisis el maestro Allen siempre actúa de espejo (hay que volver a revisar a Lacan, si no lo habían hecho ya), no tan deformador como nos gustaría. Creo que el principal y gran tema del nuevo filme es el autoengaño, en todos los sentidos y en todos los aspectos, porque se engaña el escritor con su obra, el padre con una chica joven, la madre con el ocultismo...porque, todos lo sabemos por experiencia propia, no se puede vivir sin ciertas dosis de ese mismo autoengaño. No se puede vivir sin ciertas mentiras (la cultura lo es también). Sólo quedaría la medicación. Las cosas no salen como queremos, no nos aman en la medida que queremos, nuestra profesión no es la que soñábamos...cada uno tendrá su margen de esos mismos actos. Reconozcámoslo, Allen nos desnuda año tras año, unas veces con torpeza y otras con una magnífica delicadeza. Conocerás al hombre de tus sueños es de las últimas. Harían mal en no ir al cine a verla.






[Annie Hall o por qué Woody Allen es uno de los mejores retratistas del género humano en el celuloide]



sábado, 28 de agosto de 2010

Memoria blanca, el obligatorio recuerdo de Francisco Umbral

Yo a Umbral estuve a punto de conocerle. No pudo ser. Ese día enfermó y no acudió a una conferencia prevista que iba a ofrecer en el centro de Madrid. Comenzó a empeorar progresivamente y acabó por fallecer la madrugada de un 28 de agosto, hace hoy, exactamente, tres años de ese día. La prensa de aquella mañana señalaba que mantenía, todavía, la idea de escribir muy fija en su melena blanquísima. El encuentro frustrado, que quizá también me hubiese desilusionado –todo se derrumba, las personalidades literarias incluidas-, hizo que me acercara con más pasión a su figura provocadora y a su prosa deslumbrante. Bueno, la verdad, creo que la borrachera de sus frases había comenzado en mí mucho antes. Lo importante o lo valioso fue que la umbralización siguió su curso, tanto que se hizo parte de mí, como una segunda epidermis indivisible. Por eso, recordar hoy a Francisco Umbral es, en mí, una obligación ética y creativa. Como rendir cuentas con un maestro literario y emocional lejano. Ahora ya totalmente en la distancia frágil de la muerte.


Se preguntará el lector qué tiene de valioso Francisco Umbral para que llegue a afectar tan febrilmente a un post-adolescente, hacerle sentirse en deuda y llevar palabras un tanto elogiosas a estas páginas. Primero, eso mismo, la gran influencia en mí como autor (idéntica en muchos otros creadores leoneses que, sé perfectamente, admiran su proyecto literario y su estilo inconfundible). Quien se acerca a su obra sin prejuicios suele acabar por sentirse próximo a su fiereza verbal y a su fragilidad sentimental, algo, en esencia, muy moderno (con todas las connotaciones del término además, Umbral fue siempre “absolutamente moderno”, como pretendiera Rimbaud). Tuvo también una estrecha relación con la ciudad de León, al menos en sus inicios. Sus comienzos creativos nacen aquí. Todos le recuerdan como un vibrante columnista en el Diario de León, locutor de radio y responsable de un cine fórum que le costó el exilio semi-voluntario a Madrid. A partir de ahí nace la leyenda, su leyenda, la de las pensiones madrileñas, el Café Gijón, las columnas impecables, las cenas con las marquesas, etc. Todo eso que retrata a la perfección él mismo, aunque si uno quisiera desprenderse del ego del autor (mal haría, porque se perdería infinidad de literatura) también tiene la biografía previamente demonizada de Anna Caballé, El frío de una vida, con interesantes detalles, incluida la retahíla de problemas que supuso aquella proyección del Orfeo de Cocteau con la Sección Femenina leonesa. Hay quien culpa a algunos nombres, merecidamente o no, de esa estampida de Umbral. Equivocadamente, porque Umbral nunca hubiese despegado vertical y literariamente sin su vida crápula y escrita de Madrid. Aunque tampoco hubiese sido el que llegó a ser sin su paso por León, una ciudad, recordemos, que a finales de aquellos inquietos sesenta palpitaba cultura escrita por todos sus poros, dándole la oportunidad de ser una de sus singulares voces.
Nos dejó, eso sí, un retrato de las tabernas de la época, Crónica de las tabernas leonesas, tal vez todas esas en las que Francisco Umbral soñaba despierto con la fama fría de las letras. Y como la peor condena, que decía Wilde, se cumplió su deseo de ser un escritor absoluto, uno de esos nombres gigantes que no se pueden borrar de la memoria con facilidad. Mortal y rosa, todavía hoy, no deja de traducirse a otros idiomas, y su validez como obra infinita es incuestionable. Pero también están Las ninfas, Retrato de un joven malvado, Un ser de lejanías o La noche que llegué al Café Gijón, para recordar y recordarnos que su talento no era casualidad o fruto del dolor temporal por la muerte de un hijo. Rememorar a Francisco Umbral es una deuda que esta ciudad y yo mismo tenemos hoy con él. Tres años sin la columna y los libros de Umbral no se soportan igual, sobre todo porque nos ha dejado un poco huérfanos a todos, con menos palabras entrelazadas para sobrellevar los días. Es lo que tiene fabricar Literatura (con mayúsculas).

jueves, 26 de agosto de 2010

Casi a cualquier hora

Casi a cualquier hora puede encontrarse uno con ella, sentada a la puerta de su casa. Los días pasan y ella sigue allí, confinada en sí misma, como la mayor de las cárceles, la menor de las condenas. Un agrio debate se ha instalado en su vida encajada: decidir si morir matando o desfallecer en silencio, callada. Casi a cualquier hora puedes verle a él fumando cigarrillos rápido, hasta el filtro. El día que se conocieron algo salió mal.


La belleza y el amor a algunos cuerpos es algo verdaderamente extraño. Tal vez fuera de todo sentido. Es por eso que ciertas pieles se graban en la memoria como rostros raros. Lo sé. Sé que sueles viajar desnuda en trenes nocturnos, tan sólo con tu abrigo de piel y una pulsera de plata. Supongo que es mejor estar callado cuando te metes cuchillas en la boca para provocarme. Y sí, también yo soy un niño tembloroso.










[Nick Cave y sus Bad Seeds. Ayer pude pasar unas agradables horas de conversación y maneras literarias con Vicente Muñoz, uno de los escritores más emblemáticos del underground de esta ciudad a veces dormida a veces hambrienta]