martes, 27 de septiembre de 2011

La culpa es de los padres

Canino, esa gran film de nuestro tiempo. Comenzar hablando así de una película delata ya mucho. Quizás demasiado. Pero no lo puedo evitar (siento no ser un poco más imparcial). Estoy sorprendidísimo con el resultado, la idea, la factura, la luz... supongo que si hiciera cine y no literatura (hay quien dice, y con razón, que esto no se le desea ni a su peor enemigo), perseguiría Canino y no esos libros gigantes que pesan y asustan a la propia conciencia. Canino, de Yorgos Lanthimos, tiene una habilidad (también alguna más) que no se ve a menudo. Hace creíble, cercano y con sentido tu más profunda intimidad, esa intuición que te dice que tienes ante ti un tema fundamental y una forma (siempre nueva) de mirarlo. La familia, ese gran (monstruo) desconocido. Todavía la metáfora explica el mundo.


Freud hablaba con suspicacia de la gran "novela familiar". Lanthimos la desentraña de un modo surrealista y extraño, especialmente el núcleo familiar posmoderno más enquistado. Es decir, sobreprotección, endogamia, miedo, odio al extraño y todo un sinfín de neurosis que, ay, tienen demasiado de nosotros mismos. Canino ofrece la historia de una particular familia que vive aislada en el campo (excepto el padre, que va a trabajar), un lugar donde se educa a tres hijos en una eterna infancia, en una (aparente e) imposible forma de vida, donde el lenguaje se modifica, la televisión es un espejo y el relato vital común se basa en extraños mitos y reglas extraídos de la más delirante de las mentes. Gatos y aviones como poesía enferma.


Pero en el hombre, y la mujer, en todos y cada uno, existe ese algo latente que dice que hay algo más, que la mentira familiar es otra gran mentira (de las muchas posibles). El canino (ya comprenderán). Tal vez el germen de las demás. Hoy parece un pecado una afirmación así, pero no está tan desencaminado cuando uno de nuestros grandes filósofos en la sombra (injustamente, claro está), Vicente Verdú, señalaba eso de Contra la familia, la gran reveladora/generadora del odio al "otro", sobre todo para autoprotegerse, la tribu al fin y al cabo. Sí, eso tan simple que nos decían algunos cuando rompíamos algo queriendo o sin querer, la culpa es de los padres. Y tal vez por simple no es menos cierto,la familia (lo podemos observar todos) defiende un modelo de autoconsumo y suspicacia, el último reducto donde protegernos ante el dolor del mundo. Lo de nosotros contra ellos. Cuando, no lo olvidemos, el dolor es consustancial a la existencia. Como querer vivir sin el aire que son los demás. Vean Canino, por favor. Comprenderán/comprenderemos (eso tan grande que hace con sugerente facilidad el ARTE).








[Trailer de Canino. Autogestión imposible del dolor]



miércoles, 21 de septiembre de 2011

Televisión

Las palabras de tele muerte
sobrevuelan voraces
sobre mi cabeza líquido
y tu cuerpo carne.


Las horas pasan
y no existe nada.










[Schwarz sobrevolando interiores evanescentes]




domingo, 18 de septiembre de 2011

Nikkei o el secreto optimista

Nikkei, esa banda con nombre de índice bursátil nipón, se está haciendo un hueco en nuestras vidas. Y va a más. Edu y cía. se están encargando, con toda la pasión del mundo, de dar a conocer una propuesta musical, la suya, totalmente basada en el placer y en una suerte de evasión optimista y contracorriente. En tiempos de un post-punk perpetuo y una depresión colectiva que se alarga demasiado en el tiempo, planteamientos como el suyo, y The World is Getting Smaller (su nuevo álbum) es una buena muestra, resultan, cuando menos, una agradable sorpresa en un territorio ensimismado en mirarse, otra vez y mucho, ay, a las bambas.


El nuevo disco de estos palentinos enamorados de León y su underground es todo frescura, avidez por disfrutar y una persecución constante de identidad por caminos poco transitados en el todo-garage. Y eso es un alivio de tal envergadura que no sé si agradeceremos lo suficiente por aquí. Los primeros tres temas del LP poseen enormes dosis de hedonismo en bruto y buenas intenciones, sí, pero también una ausencia confiada de cierto riesgo rupturista/experimental que resultaría probablemente más eficaz al oyente experimentado. Crecen, eso sí, en canciones como "Secret" (su mejor tema, a mi juicio) o "Ask for me", pero en todo momento crean la constante sensación de que en su interior guardan ese secreto que aúna a la perfección cerebro y corazón. Tendremos una buena oportunidad de verlos en acción en una próxima aparición en Los Conciertos de Radio 3 en la televisión pública. Esperamos impacientes a que nos vuelvan a hacer disfrutar como siempre. Suerte con todo, Nikkei.









[Nikkei, actitud pro-activa y muchas ganas de pasarlo bien]




viernes, 9 de septiembre de 2011

Habitar errores

Vaya por delante que Pedro Almodóvar no es un gran director, que no se engañe nadie. No lo es en la medida en que John Waters tampoco lo es (el sr. Waters, casualidades del destino, anda estos días por un Madrid irreconocible y artificiosamente alterado). Almodóvar lleva un tiempo intentando ser ese otro director que le hubiera gustado ser, con ciertos éxitos (y pienso en Todo sobre mi madre) y rotundos fracasos (La piel que habito, siento decirlo, está entre estos últimos). El manchego ha venido a crear un monstruo aséptico y frío (todo lo contrario a lo que siempre fue, y pienso en Laberinto de pasiones, por poner otro ejemplo) que consigue sonrisas cuando no lo pretende (y que nadie busque subterfugios respecto a eso o a un pretendido sello de autor), dejando a otros de sus films como más certeros y profundos, psicológicamente hablando(al menos de la psique femenina nacional).Almodóvar siempre fue un gran infiltrado en la mente de la mujer.


La piel que habito, con sus momentos aceptables (que los tiene, especialmente el último tercio de la cinta, sin incluir un final en extremo fallido), es una película irregular, técnicamente aceptable y con un mal trabajo actoral (Banderas está tan sobreactuado que parece sacado de un mal telefilme y lo del hombre-tigre no tiene nombre). Quizá se salva una Elena Anaya hermosa y grácil, sin ningún atisbo de lo que Almodóvar pretende extraer de ella (no es culpa de la actriz, ya digo, es imposible). Mucho mejor, por supuesto, que aquella sucesión de desnudos que fue Habitación en Roma de Julio Medém.

Sigo con la sensación de que cuando Almodóvar juega a ser Haneke o similares, sale perdiendo y deja entrever esas fisuras que muestran lo que verdaderamente es: un creador apasianado e ingenioso (que no es poco, pero tampoco suficiente en muchas ocasiones). Aun así, hacer crítica es relativamente sencillo, levantar el edificio que pretende, una verdera osadía al alcance de muy pocos. Con todo, polémicas, declaraciones de un Banderas que justifica lo injustificable, ataques y defensas, hará caja. Y puede, con suerte, que el montante sea mayor que el de la tontuna de Torrente 4. Eso, al menos, es un alivio.








[Un Almodóvar en su mejor momento con tres actores en estado de gracia. Eran otros tiempos, otras pretensiones]