martes, 22 de marzo de 2011

El cielo era esto

Cada vez que pienso que Pulp van a reencontrarse y tocar en Barcelona en el Primavera Sound me da un pasmo, se me suben los trigliceridos y se me infecta la orina. Y más cuando pienso que no voy a ir a verlos (no por voluntad propia, claro está). Los que vayáis no me saquéis el tema, ¿de acuerdo? Gracias. Sé que Suicide (el otro gran nombre que pisará suelo catalán) hará uno de esos raros espectáculos suyos, de los que no sabes si mantener la mirada o echar una parrafada con el compañero debatiendo su importancia en la historia de la música popular. Esa no es mi preocupación. Lo es sobre todo que Pulp vayan a hacer un conciertazo redondo, en esa habitual maquinaria de reloj suizo típica de los británicos más flemáticos del reino. Sí, Pulp. Jarvis Cocker y cía. Esa gran banda fabricante de himnos, de sensibilidad post-moderna (y clásica a la vez), ese grupo, digo, que me educó en algo tan vasto como el pop.


Pienso en Pulp, sueño Pulp. Si algún promotor quisiera traerlos a Madrid le estaría muy agradecido. Supongo que habrá claúsulas de exclusividad y demás jaleos. ¿Pero qué más da? El mundo parece que está a punto de derrumbarse, de partirse por la mitad y salir algún estrépito infernal. Leía el otro día que hasta los días son ahora más breves debido al cambio en el eje terrestre por el terremoto japonés. Pues eso, ver a Pulp antes de que todo esto se vaya al carajo estaría bien. Y si no, en la otra vida, porque estoy seguro que Dios escucha Common People en su ipod celestial. Quizás ellos tengan que ver con este desastre general. Tal vez Dios se los quiere llevar a su diestra y ponerles a tocar todo el día como en una perfecta banda sonora. Delirio o puede que otra hipótesis más.








[Do you remember the first time? o el pop se hizo carne, en directo en el Brixton Academy]




domingo, 20 de marzo de 2011

Sabor desordenado

Vila-Matas y su mujer tienen una fotografía de Enrique y yo juntos, perdida entre montones de imágenes. Creo recordar que parecemos un padre y un hijo que hace tiempo que no se hablan. O tal vez no, y sólo sea una imagen más de escritor admirador-escritor.


Suelo hacer ejercicio físico a menudo. A algunos les suena contradictorio que alguien que escribe y piense haga ejercicio. Insisto en hábitos más o menos saludables en mi vida. Mi cabeza logra hacer las cosas mejor.


En ¿Qué he hecho yo para merecer esto? de Almodóvar, el escritor le dice a la prostituta interpretada por Veronica Forqué, una tal Cristal, que sólo los buenos escritores son viciosos. Los demás lo aparentan, añado yo. Existe un culto abierto al malditismo como medio de vida profesional. El lagarto de la película se llama Dinero. Me parecen increíble que a nadie, que yo sepa, se le hayan ocurrido ambas cosas antes.


Leo libros sobre la virginidad y me siento más virgen. Recuerdo novias guapas con granos y sonrisa constante en el aire, como un rayo rojo impactando sobre los demás. Siempre fui un chico agradable para las madres y padres de la gente (existen excepciones, claro está). Casi todos ellos me saludarían encantados y recordarían mi nombre hoy. Hace poco me ocurrió con una profesora. Recordó mi nombre al instante. Llevábamos treinta años sin vernos.





[Foals o el entusiasmo contenido de vivir]



viernes, 18 de marzo de 2011

Tres pensamientos tres

También me gusta compartir este espacio. Hoy lo hago con esa maravilla humana de nombre Julia. Julio & Julia, como en una vieja película en color.



TRES PENSAMIENTOS TRES


En este pensamiento
no tengo celos de tu guitarra
porque en los punteos
sólo a mí me miras.

En este otro,
hay un fortuito encuentro.
Todo tu cuerpo
hacia mí se orienta.
Pronuncias las primeras palabras,
eres el primero en sonreír,
y te tomo la mano.
Cuánta suerte,
primero lo viví
y después lo pensé.


Este último
no se atreve a ser,
a ser pensado.
Tiene pánico
a la ducha
al agua
a la espuma del champú.

Tiene miedo
de que estos tres enemigos se alíen
y lo arrastren a la desgracia
del desagüe.


Por Julia Cubillo


Photo_ Jordan Bennet





[Beck o el pasado futuro parecía más brillante y único]


martes, 15 de marzo de 2011

Toño Capricho o la mitomanía del existir

Hay cosas que deben decirse. Lo antes posible. Sobre todo por esa soñada justicia que tanto ansiamos y que tan poco practicamos por aquí. Esto, creo yo, es un acto de fe y equilibrio en el León actual de look “pabellón psiquiátrico”, desmemoria y “prejuicios bobos” (que decía mi adorado Fernando Márquez “El Zurdo”). Viene el tema por Toño, o Toñin o Toñ(out) (como le ponía en marco Manolo Campoamor, voz de los Kaka de Luxe). Toño, decía, es una gloria ilustre de lo que hemos coincidido en llamar la postmodernidad leonesa. Cuando los demás en esta ciudad creemos inventar la Coca-Cola sin cafeína, es bueno sentarse con Toño, tomar una cerveza y escucharle. Lo digo porque este hombre de sonrisa eficaz tiene mucho que contar. Conoció a las míticas Costus (formadores sentimentales de la Movida), a Alaska por supuesto (tocó en una ocasión con Alaska y Dinarama y también estuvo en Fangoria), al manchego más ilustre, Almodóvar, a Carlos Berlanga, Tino Casal o McNamara, incluso pisó el suelo de ese programa redondo y vanguardista que fue La edad de oro (pelo cardado de la Chamorro incluido). Y, claro, formó con su amigísimo Luis Miguélez en el sello Virgin Los Metálicos, participó con McNamara en el disco bizarro por excelencia A Tutti Plain (siempre me ha encantado esa maravilla surrealista sobre Caños de Meca), y también con los legendarios Positivos o aquella joya de nombre perfecto que fue Berlín Interior (que curiosamente no dejaban nunca de loar esta perversa ciudad con aquello de ¡Esto es León! como un preocupante mantra admonitorio). Suma y sigue (la lista de nombres a los que asociarle es extensa). Y para colmo lo cuenta con humildad sincera, sonrisa fluida y aspecto de tío majo que le apasiona la vida y pide más rondas. Con mitomanía y seriedad entre medias.


Esta mal que lo diga yo (y no la prensa local con un titular en letras de molde), pero este hombre es parte de la historia de esta ciudad. Al menos de la musical. Porque luego va el tío y pinta. Y bien además. Amén de ayudar al retrato del héroe local (Genarín lives). Colecciona Bowie a partes y saborea la calle sin pretenciosidad y mala baba. Lee y sigue al día de todo, sabe de los grupos de nivel en Madrid, el quién es quién y, lo más importante, cree en lo joven como un tesoro eterno que guarda respuestas a las preguntas imposibles de siempre. Y alucinantemente sigue sonriendo cuando recuerda ese pasado, las giras y los gritos (y eso que él iba para violinista firme y de pajarita negra). Niño astutamente adulto de mirada pálida, gusta siempre de conformarse con poco, tratar bien a su madre enferma y a los otros enfermos. Nos cuida un poco a todos (porque aquí estamos todos demasiado enfermos). León, ya digo, es tremendamente injusto, pero afortunadamente de cuando en cuando crea gente como Toño, que sueñan siempre con ovejas y Bowies eléctricos. Merecería una calle, una plaza o un boulevard largo con palmeras y señoras con bolsas de la compra. Estar en el centro del mundo (y Madrid lo fue por un instante), aunque sea una vez, es estarlo ya siempre (la emoción y las fotos acompañan). Hay más nombres, lo sé, pero no son iguales.

sábado, 12 de marzo de 2011

Lo doloroso de ser mujer

Aronofsky ha vuelto a dar en el clavo, en el puro centro de la diana. Tan completa y radicalmente que puede dar un poco de vergüenza tirar el siguiente. Los elogios sobran, la película (Cisne negro) se defiende sola para quien desee adentrarse en sus turbias y hermosas aguas. Una delicia trágica que remueve las entrañas y ayuda a conocer el universo femenino mejor, y esta es la paradoja, que muchas obras creadas por mujeres. Si El Luchador, con mi adorado Mickey Rourke al frente, me consiguió dejar sobrecogido, su nuevo trabajo ha superado con creces toda su anterior obra, dejando a su debut, Pi, Fe en el caos, como una frikada de adolescente ingenioso con tiempo libre. Incluso su laureada Requiem por un sueño queda deslúcida, quedando más bien para cursos de prevención de drogas y otros excesos.


¿Por qué elogios tan firmes y contundentes? Muy sencillo, porque Cisne Negro es arte mayúsculo, un encuentro atronador y firme de la fortaleza y sensibilidad de la mujer. El gran peso de la educación, de la neurosis en toda su extensión y plenitud (madres y competitividades en paralelo), su búsqueda de la perfección como uno de los animales más complejos y bellos de la naturaleza, dejando, por cierto, al hombre, como un ser sencillo y aburridamente práctico. Aronofsky vuelve a apelar a la magia que habita dentro de los seres humanos, a su ansia de divinidad, al dolor de crecer y su deseo trágico de trascender. Todo eso y más en Cisne Negro, todavía en cartel.

jueves, 3 de marzo de 2011

El placer de cambiarlo todo

Nuevo libro del francés Michel Onfray. Si en su exitoso Tratado de ateología nos dejó boquiabiertos, con su nueva Política del rebelde subtitulado Tratado de resistencia e insumisión nos ha incendiado, ha prendido la mecha y se ha echado a correr a esconderse detrás de un muro a ver el espectáculo (fuegos artificiales y gritos incluidos).

Hay que reconocer la valía del libro y la alta necesidad de un texto así hoy. Aunque también hay peros. Cuando se pone con su pasado y con las leyendas griegas se vuelve un poco tostón, pero ay cuando enumera los escalafones sociales y la posición de cada uno, la piel se pone de gallina, una mezcla entre excitación y enfado mayúsculo. Verse en un mapa del desastre siempre asusta.

Y hace un planteamiento que sorprende por sus sencillez y clarificación de nuestro pensamiento adoctrinado por una educación que únicamente mantiene el statu quo actual. La televisión también hace su función, claro está. Onfray viene a decir que igual que en su día se planteó que eliminar el trabajo infantil o las jornadas maratonianas era una utopía antisistema y ponía en peligro su propia existencia, hoy poner sobre la mesa cualquier cuestión de avance laboral y derecho al trabajo, parece la misma clase de provocación. Y no lo es, por supuesto. Hoy las formas actuales mantienen una escasez de trabajo para darlo a cuentagotas y recibir una agradable sumisión infinita a esos pocos, los de siempre, que lo siguen teniendo todo.


Existe un sustrato de población descontenta, que no cree en los ideales que aparecen entre líneas en la publicidad y los medios. Existe gente, cada vez más, que ya ha leído La insurrección que viene del Cómite invisible y tiene esa misma sensación, la necesidad de otra cosa. El incendio y la resurreción. ¿Saben que concluye Onfray en este libro? Que la solución quizás pase por un nuevo activismo basado en la premisa "Goza y haz gozar". Me parece un buen comienzo, especialmente en tiempos aparentemente nada solidarios. Cuando todo está perdido, el triunfo está cerca. Mientras tanto, gozaré y haré gozar a mi alrededor, siguiendo el consejo del bueno de Onfray. Avísenme cuando quieran hacerme gozar a mí (por organizarme, vaya).








[Un dulce después de meditar. The Pastels o la banda perfecta de las melodías perfectas]