martes, 15 de marzo de 2011

Toño Capricho o la mitomanía del existir

Hay cosas que deben decirse. Lo antes posible. Sobre todo por esa soñada justicia que tanto ansiamos y que tan poco practicamos por aquí. Esto, creo yo, es un acto de fe y equilibrio en el León actual de look “pabellón psiquiátrico”, desmemoria y “prejuicios bobos” (que decía mi adorado Fernando Márquez “El Zurdo”). Viene el tema por Toño, o Toñin o Toñ(out) (como le ponía en marco Manolo Campoamor, voz de los Kaka de Luxe). Toño, decía, es una gloria ilustre de lo que hemos coincidido en llamar la postmodernidad leonesa. Cuando los demás en esta ciudad creemos inventar la Coca-Cola sin cafeína, es bueno sentarse con Toño, tomar una cerveza y escucharle. Lo digo porque este hombre de sonrisa eficaz tiene mucho que contar. Conoció a las míticas Costus (formadores sentimentales de la Movida), a Alaska por supuesto (tocó en una ocasión con Alaska y Dinarama y también estuvo en Fangoria), al manchego más ilustre, Almodóvar, a Carlos Berlanga, Tino Casal o McNamara, incluso pisó el suelo de ese programa redondo y vanguardista que fue La edad de oro (pelo cardado de la Chamorro incluido). Y, claro, formó con su amigísimo Luis Miguélez en el sello Virgin Los Metálicos, participó con McNamara en el disco bizarro por excelencia A Tutti Plain (siempre me ha encantado esa maravilla surrealista sobre Caños de Meca), y también con los legendarios Positivos o aquella joya de nombre perfecto que fue Berlín Interior (que curiosamente no dejaban nunca de loar esta perversa ciudad con aquello de ¡Esto es León! como un preocupante mantra admonitorio). Suma y sigue (la lista de nombres a los que asociarle es extensa). Y para colmo lo cuenta con humildad sincera, sonrisa fluida y aspecto de tío majo que le apasiona la vida y pide más rondas. Con mitomanía y seriedad entre medias.


Esta mal que lo diga yo (y no la prensa local con un titular en letras de molde), pero este hombre es parte de la historia de esta ciudad. Al menos de la musical. Porque luego va el tío y pinta. Y bien además. Amén de ayudar al retrato del héroe local (Genarín lives). Colecciona Bowie a partes y saborea la calle sin pretenciosidad y mala baba. Lee y sigue al día de todo, sabe de los grupos de nivel en Madrid, el quién es quién y, lo más importante, cree en lo joven como un tesoro eterno que guarda respuestas a las preguntas imposibles de siempre. Y alucinantemente sigue sonriendo cuando recuerda ese pasado, las giras y los gritos (y eso que él iba para violinista firme y de pajarita negra). Niño astutamente adulto de mirada pálida, gusta siempre de conformarse con poco, tratar bien a su madre enferma y a los otros enfermos. Nos cuida un poco a todos (porque aquí estamos todos demasiado enfermos). León, ya digo, es tremendamente injusto, pero afortunadamente de cuando en cuando crea gente como Toño, que sueñan siempre con ovejas y Bowies eléctricos. Merecería una calle, una plaza o un boulevard largo con palmeras y señoras con bolsas de la compra. Estar en el centro del mundo (y Madrid lo fue por un instante), aunque sea una vez, es estarlo ya siempre (la emoción y las fotos acompañan). Hay más nombres, lo sé, pero no son iguales.

3 comentarios:

  1. Mil gracias,Julio.
    Sorprendido y estimulado a la par.
    Tu forma y manera de escribir, es como si ,con la tinta(falsa)de tu pluma, pintaras las letras.
    Un fuerte Abrazo.


























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  2. Corto se queda.
    VAMPIRELLA

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  3. el es muy modesto pero si quereis hacerle un monumento mono en alguna plaza chula, yo me encargo. saludos

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