miércoles, 18 de diciembre de 2013

Erotismo silenciado



Estuvimos varios días en aquella habitación. Manteniendo, sintiendo el calor. El tiempo transcurría fuera mientras nosotros vivíamos una especie de parón eterno. Los discos por el suelo. Latas vacías de cerveza sobre los muebles. Un cenicero lleno de Chesterfield. Y un inmenso olor a sexo que llenaba la sala como un perfume caro. A veces tenía la sensación de haber perdido peso. Fuera hacía frío. Nos tumbábamos sobre la alfombra y nos dedicábamos a recordar viejos amantes. Acariciaba sus muslos. Que yo recuerde, tenía un mordisco suyo a la altura del abdomen. Ella llevaba algunos arañazos a un lado de la espalda. Se movía desnuda con naturalidad, como esos animales confiados. La luz entraba tímidamente por la ventana. Brillaba el suelo y las canciones lentas de los Smiths le erizaban la piel. De vez en cuando me miraba a los ojos y no decía nada. Se quedaba mirando y me besaba con fuerza. Apretando los labios contra los míos.  












La televisión estaba encendida y en silencio. A veces se ponía encima de mí, me tapaba la boca y gemía como si fuera alguien entregada a una extraña causa. El sexo nos hacía olvidar todo. Los problemas, el tedio, la propia vida. Apenas sudaba. Luego cogía una toalla beige y se iba a la ducha. Se frotaba la piel y echaba espuma en el pelo. Todavía recuerdo cómo me miraba. Como si supiera toda la verdad y hubiera preferido silenciarla. Se colocaba una toalla en la cabeza y otra en el cuerpo. Caminaba con los pies descalzos por el pasillo, dejando la silueta de sus pies en el parquet. Me hablaba de Jean Genet tumbada en la alfombra. Húmeda y ausente. Yo ponía una nueva canción en el giradiscos. Entonces ella la tarareaba lentamente y con desidia. Se quedaba mirando al techo. Tan lejos de todo que resultaba envidiable. Creo que nunca se lo dije.











[The Smiths, these things take time (live)]