miércoles, 27 de octubre de 2010

Los situacionistas pendientes

Los situacionistas, bueno, la Internacionla Situacionista, me tiene atrapado. La última revolución pendiente (todas son pendientes, desgraciadamente) no deja de instalarse en el fondo de mi cerebro como a fuego azul de gas. Leo a Alexander Trocchi, a Guy Debord y su espectacular anti-espectáculo, la firmeza indescriptible de Raoul Vaneigem en su Tratado del saber vivir... y comienzo a entrever la posibilidad "real" de un cambio de modelo de pensamiento y de vida (modificación de roles, no trabajar, un cine distinto, una ciudad psicogeográficamente placentera...). Hay quien dice que ellos fueron los responsables directos del veneno de ese mayo del 68 francés.

Cuando Dadá se pervierte, cuando los surrealistas ya son sólo un grupo de burgueses y anarquistas de boquilla, llegan los situacionistas a romper de nuevo la baraja por la mitad. No sólo a romperla, a quemarla, a llevar a la práctica un sistema intenso que en el caso de Debord le deja únicamente la salida del suicido (mayor credibilidad imposible, mayor despilfarro, dirán otros, imposible). Los situacionistas bebían alcohol enfermizamente y consideraban que había cosas no debatibles (tanta tolerancia a todo, se ha visto, es un mal peligroso), su revista (mataría por ver una IS original de la época) era lo más avanzado que se podía ser a finales de los 60(Hegel decía que no se puede superar a la propia época) y casi hasta el principio de los 90 (con tanto pesimismo a la moda, que diría Diane Keaton en Manhattan)con ese documento inclasificable y hermoso, el Panegírico de Debord, una especie de memorias poéticas imposibles de dejar de leer.


Con los situacionistas me ocurre que me apetece hacer pintadas por las calles a todas horas (tengo mil frases que poner en negro), fanzines de grapa contra una forma de vida moribunda y estéril. Vivir, que es en el fondo lo que pedían los situacionistas. Auténtica vida, no simulacro de vida. Dormir -levantarse- desayunar- trabajar- comer -trabajar- cenar- ver la televisión- dormir... y así infinitamente, hasta la muerte o una neurosis paralizante que nos imposibilite vivir.

Cada vez es más fácil conseguir textos de este singular grupo de creadores y rebeldes (aunque hasta hace no mucho eran casi inencontrables, salvo quizás los de Anagrama). La editorial Pepitas de calabaza ha publicado dos compendios de textos situacionistas, los de la sección inglesa e italiana (que pueden ser reproducidos gratuitamente, si no conllevan beneficio económico), también Pre-Textos tiene entre sus obras el manual básico del situacionismo, La sociedad del espectáculo, y Anagrama cuenta con varias obras, desde algunas de Debord hasta El libro de Caín de Trocchi. Si se cruzan con alguno de estos libros, no lo duden, están de enhorabuena. Una señal de que su futuro próximo será distinto y tal vez mejor (sin vendas). Creerán en la vida. Eso sí, subversivamente.






[Souvenir, uno de los grupos más destacados que he seguido últimamente. Hice todo lo posible por traerlos a León. Imposible. Familia, fechas y demás historias lo imposibilitaron. Una pena, ¿no creen?]



lunes, 25 de octubre de 2010

La red egoísta

La red social es otro de esos trabajos analíticos y obsesivos de David Fincher (director de, por ejemplo, Seven), en la línea que inició con Zodiac y que una avalancha informe de críticos se dispuso a adorar sin condiciones y pegajosa baba. No puede uno negar que la obsesividad de otros es aburrida (la de uno siempre parece interesante), aunque siempre hay obsesiones de más o menos calidad, más o menos aburridas. La red social debe mirarse, a mi jucio, como un retrato de una generación que solo ama el dinero (justo después a sí mismos), compulsivamente, una generación a la que todo es práctico en función de que sea económicamente interesante. Tiempos difusos, tiempos líquidos (mi particular ehnorabuena a Bauman, al que más que merecidimante han galordonado con el Premio Príncipe de Asturias de este año).


La red social nos recuerda que las nuevas generaciones (la mía incluida) han sido educadas únicamente para su beneficio personal (ni siquiera ya para el de sus amigos), su inteligencia aplicada a obtener ganancias (hay agradables excepciones, por suerte), nada de desear o pretender cambiar el mundo. Todas las generaciones previas, especialmente las del siglo XX, lo intentaron con más o menos acierto (alguno se convirtió en lo que odiaba previamente), perdieron (la prueba está delante de nosotros), pero sin esos intentos, sin la utopía todo sería probablemente mucho peor (antes se odiaba a la generación de los padres, ahora se les pide un montante para llegar a fin de mes). Qué vayas a perder la guerra no quiere decir que no se deba intentar hacer caer algo que no está bien.

La cinta cuenta la historia, muy asépticamente (nos movemos con la legión de abogados detrás), de un muchacho resentedido dentro de las élites que dominarán el mundo (Harvard y clubs por el estilo), que crea facebook, la red más exitosa de todas, que se extiende como un virus no para crear algo positivo, sino simplemente para decirle a nuestros "amigos" que me voy a la ducha o me duelen las muelas. Cosas de los tiempos, insisto. El presidente real de facebook, como contraataque ha donado 100 millones de dólares a colegios infantiles norteamericanos, que si ahora quiere acabar con las guerras en el mundo... Si te tienen que hacer una película para recordarte que eres monstruo, mal vamos. Luego los chicos de marketing harán su trabajo. Sí, la historia del multimillonario más joven de la historia.






[Bowie en directo con ese magnético Let´s dance, uno de los hits de los 80 más redondos. No bailar es realmente imposible... Una vez estuve a punto de verle en directo...No pudo ser]



viernes, 22 de octubre de 2010

El diablo en el ojo por Roberto Castán

Existe la tendencia un tanto irracional a considerar a los creadores musicales como literalmente menores. Evidentemente no estoy de acuerdo (ni yo ni muchos, por suerte). Intentaré ejemplificar. Por eso quiero dejar hoy este espacio a Roberto Castán, parte de Trigger y Galáctica, para que ahonde en su respiración descontenta con un relato estrictamente literario en un entorno de escritores y ortodoxos del lenguaje (los que más habitan y visitan este blog). Le abro la puerta al extraño mundo de la literatura. Aunque siempre se lo digo, eres un escritior frustrado, el problema es que yo soy un músico frustrado. "El diablo en el ojo" de todos los que miramos fuera... Espero que cunda el ejemplo y Nick Cave o Cohen no sean sólo anécdotas.


El diablo en el ojo


Aquel hombre era un cuchillo, una noche dentro de un día, una bala entre los ojos, lo más cerca del diablo que jamás haya podido estar.
A ese hombre lo detuve una tarde de octubre en la Iglesia de Santa Catalina mientras se erguía como una estatua tenebrosa sobre la sangre de una niña, encima de una luz que se extinguía en círculos sobre un charco rojo de dolor en reflejos dibujados por el filo de una gélida brisa.

- Él, él me dijo que lo hiciera y… él está llegando.

Aquel hijo de puta me heló la sangre con su mirada mística, con la palidez de su cara sin rostro y con el eco de una voz que casi me hizo creer sus palabras como sólo se cree en las de un santo.
Reaccioné agarrando, todo lo fuerte que pude, su brazo y lo conduje fuera de la iglesia que en la que le había visto matar, no opuso resistencia, podía haberlo hecho, podría haber acabado conmigo sin esfuerzo si se lo hubiera propuesto, pero no lo hizo. Mis músculos eran sólo una masa informe que temblaba al ejecutar su habitual motricidad como un tarro de miel intentando sofocar un fuego mientras el asesino seguía caminando impasible como cordero delante de lobo.


Más que llevarlo, me acompañó él hasta el coche, entró al abrir yo la puerta y me miró a los ojos por última vez y no comprendí nada, como si te dicen que el Big Bang lo creo Mickey Mouse o que Dios creó la nada después del fin de los tiempos… Sólo pude desviar mi mirada y conducir en medio del silencio cuarenta kilómetros por un desierto helado donde las rocas pasaban como luces apagadas flotando con la levedad de la que están hechos los sueños, sólo el vapor salía de nuestros labios y mis nervios dieron paso a un estado de placidez casi familiar al lado de aquel maldito bastardo.
No sé en que momento entró en mí o yo entré en él, sólo sé que todo lo que tenía que cambiar cambió, y dejé de ver al diablo en el ojo ajeno, me sentí seguro y solo como un fantasma, sin nadie a mi lado, solo: aquel… ese… este hombre…

Roberto Castán





[Si no fuera por el rock n´roll ciertas formas de arte serían menos populares y segurían en manos de unos pocos como forma de dominio. Arte popular de asalto. Si no fuera por hombres como Johnny Cash...]


jueves, 21 de octubre de 2010

El corazón (siempre) es mentiroso

Se pueden decir infinidad de bondades y maldades de esta película, de este libro engañoso y quizás por ello más auténtico que la propia vida. La historia de la década para algunos. El corazón es mentiroso es la obra de J T Leroy, un chico precoz, apenas 16 años, de ideas suicidas al que su psicólogo le recomienda escribir para controlarlas. Luego resulta que era mentira, estaba escrito por una tal Laura Albert a la que incluso quisieron enchironar. Es lo de menos, insisto, ya todos sabemos que Rimbauds hay pocos últimamente. La cosa creció, alguien se hacía pasar por Leroy con una gran peluca warholiana haciéndose fotos con todas las celebrities. De algo así en lo escrito y las noches con flash, lo filmado debía estar a la altura. La encargada, la siempre polémica Asia Argento.


La película no tiene desperdicio (y que conste que no he leído el libro, no conozco su fidelidad en su traslado al celuloide). Jeremiah es un niño de una madre punk descarriada a la que hace tiempo le quitaron su hijo los servicios sociales. Consigue que el pequeño vuelva a su lado, pero a partir de entonces habrá de todo: drogas, prostitución, trapicheo, travestismo... un submundo que por ficticio, insisto, no es menos doloroso. Críticas severas a una sociedad radicalizada, hacia la religión o el exceso, las broncas, la locura, la desorientación, la mala comida, la supervivencia de los que no saben sobrevivir (pero que lo intentan por puro instinto). La imaginación ordenando lo cruel. Eso sí, ojeen esta cinta, como curiosidad abominable y transversal. Viajen junto a esa madre y ese hijo en su coche para ver esa otra América -Occidente en general- que no aparece en los anuncios de automóviles y las pantallas de plasma.





[Extractos de la película. Preparen el omeprazol o algun protector gástrico para digerir la brutalidad sobre la infancia. No por falso es menos real...]


miércoles, 20 de octubre de 2010

Dieta de odio

Supongo que la punta de la pirámide ha conseguido con facilidad que nos odiemos. No nos soportamos del todo, así que era fácil. Pero tampoco podemos estar así por siempre (aunque la Historia diga lo contrario). Amando odiarnos. Es terrible. Por si se ha olvidado alguien: todos somos el mismo. Prácticamente idénticos.

La pelota roja bota en el patio cada vez más lentamente. Los gatos se la pasan e intentan morder la goma, pero los colmillos finísimos resbalan y chirrian. Uno de los vecinos está preparando veneno para ponerlo en un poco de comida para gatos que lleva partes de gato. No demasiada, es bastante cara en el supermercado. El mismo vecino que se queja de que no le den una ayuda social, una pre-jubilación o algo agradable.


Hay quien nunca irá a una guerra, aunque tenga más interés que nadie en que la haya. Irán jóvenes imberbes, con no demasiado cerebro y pobreza, mucha pobreza. Alguien es muy pobre porque otro alguien es muy rico. Y no es debatible. Es así.

Las manzanas crecen en el árbol de enfrente. Unas manzanas rojísimas que tienen sabor a miel seca. Brillan desde aquí. Hoy he robado unas cuantas. Y mañana pienso hacer lo mismo. Si tengo hambre y no tengo comida, es lo más lógico. /El mayor culto contemporáneo es a la propiedad privada/ Matar no está bien. Pero que me muera de hambre tampoco lo está. Esa idea se instalará en los cerebros de los desheredados, seguro, y la civilización penderá de un hilo como saliva blanca.





[It´s the end of the world en entorno de guerra. Tal vez, sólo tal vez, los atardeceres con napalm pueden ser terriblemente bellos (eso parece siempre en la pantalla)]


jueves, 14 de octubre de 2010

Oda a los Smiths

Siempre he creído que los Smiths me esperaban. Agazapados desde un rincón (tal vez iluminado) de una cubeta de discos. La voz operística de Morrisey. La velocidad rítmica perfecta de Johnny Marr (justo al tono de mi corazón). La melancolía absoluta. Depresión postcoital y noches calurosas en la terraza fría mirando directamente a la noche. Los Smiths están en nuestras madrugadas para devolvernos nuestro reflejo ojeroso, para aliviar todas esas heridas (los cortes profundos y los más frágiles), esa forma intensa de hacernos daño el mundo. Los Smiths son un refugio de conglomerado cálido, donde las verdades no se rodean; en poesía (en la buena poesía, quiero decir), al contrario de lo que cree la mayoría, no se dan vueltas en derredor, se dice todo a la primera.



Morrisey llora en cada palabra, grita con las flores en el bolsillo de atrás, mientras su camisa es cada vez más grande, holgada como las lonas de los circos. Los Smiths siempre jugaron con nuestras almas como hierba, por eso se contorsionaban danzando ágilmente, malabares músico-verbales. Siempre creí que algo como los Smiths debía existir en alguna parte. Tuve que perderme y encontrarme varias veces, hasta que una tarde, hace mucho, The Queen is Dead entró bajo mi cazadora, protegido como un niño famélico (el disco y yo, ambos). El dolor siguió, pero los Smiths, a partir de entonces, se quedaron, puede que para respirar pequeñas bocanadas de aire conmigo. No hay nada como respirar los Smiths.




[Bigmouth Strikes Again en directo, la cuadratura del círculo en el pop pluscuamperfecto de los 80. Bocazas, sí, pero lo justo]



lunes, 11 de octubre de 2010

Azul eléctrico salva!

Nuevo número de Azul eléctrico. Nueva aproximación a una particular forma de plantear cierta cultura underground. Y ya van más de cinco años de alegrías, de satisfacciones y sonrisas, pero también de dudas y frustraciones profundas. Un modo, creo, único de entender la edición, la imagen y el escándalo conceptual. Cinco años de rodearme/nos de creadores de primer nivel, personas que desinteresadamente han creído conmigo en una idea claramente "a contracorriente", alejada de convencionalismos e ideas manidas como pasamanos. Creí/mos que la realidad necesitaba Azul eléctrico. Cultura popular y alta cultura unidos, adheridos(¿vale todavía esa diferencia? creo que hemos demostrado que no), cultura de asalto, reafirmando esa titular que apareció en prensa en la presentación del nº0, "Azul eléctrico será exigente con el lector". Pero también gratuito, singular, diferente, un regalo de muchas personas únicas descontentas con ciertos modos de ideación escrita y estética. Un proyecto único en un momento único de una ciudad, a veces, un tanto anclada en el desierto de lo habitual y lo recurrente.


La última entrega, ya en las calles, pretende retratar la violencia diaria, la violencia ejercida sobre todos nosotros y los distintos modos o vías de asimilar sus formas, emularla, enjuiciarla, reinterpretarla o devolverla a su punto original. Azul eléctrico y su modo heterodoxo de entender las necesidades del presente. Nacimos con el arte rupturista y el ruidismo, y cinco años después concluimos en la violencia. No hemos cambiado tanto. No nos hemos vendido tanto(o no demasiado), no hemos claudicado de una forma de entender la creación y la vida. Cambiar para seguir siendo los mismos. Azul eléctrico, con esas dos únicas palabras de una canción de Bowie, ingenuamente (como todo lo valioso), quisimos cambiar un poco el mundo, al menos esta extraña realidad local infectada por el aburrimiento y la asepsia mental oficialista (con agradables excepciones que hemos intentado acercar siempre a nosotros). Gracias por leer y dar sentido a este peligroso artefacto.










[Elvis Presley y sus pluscuamperfectos movimientos karatecas. Atención a la llegada y look de "El Rey"]


jueves, 7 de octubre de 2010

La vida en la calle

El español medio es un hombre que vive en la calle, que respira la calle y ama lo que no está en casa. Los argentinos suelen decir que los españoles no vamos mucho al psicoanalista porque tenemos los bares. Sí, pero también tenemos la calle, que nos salva (demasiado) de nosotros mismos. Sin la calle no se hubieran fraguado las cosas verdaderamente importantes de este extraño país. Existe la tendencia popular a considerar muy valioso a aquel que ha hecho horas en la calle. Una especie de medalla de guerra valiosísima. Se suele decir de alguien que "tiene calle", en un sentido ambivalente, pero claramente práctico (es útil, sin duda). El español siempre ha considerado que ningún libro o profesor podrá mostrarle la verdad,la vida, como lo hace la calle con su sorpresa y conflicto continuo. En el asfalto palpita el sueño o la pesadilla (¿quién sabe?) española. Especialmente en el asfalto nocturno y excesivo. La calle durante la noche es la sabiduría elevada a la enésima potencia. Una especie de entrenamiento para la vida. Como un rito de paso, que dicen los antropólogos, para poder enfretarse a lo complejo de la existencia de este, bien llamado, ruedo ibérico.


Pascal decía que casi todos los problemas del hombre le vienen por no saber estar solo en casa. Al español le pasa mucho (los problemas, digo). Necesita de los otros. Vive con los otros. Le agradan las aglomeraciones, el bar lleno, la zona por donde no se puede ni pasar ni pisar. ¿Por qué? Porque el español se ama y se odia en partes idénticas. Bebe en compañía y ríe en compañía, pero sin fiarse nunca del todo del otro. Esta es tierra de trileros, de tramposos que aman el descuido, el billete caído y la mirada despistada. A los niños pequeños se les dice en este país que tengan cuidado con las vueltas en las compras (¿en qué mundo alguien engañaría a un niño?: sólo en España, claro). Uno se va preparando para el festín pícaro que le espera.

Pero no todo es preparatorio en la calle. También es un agradable lugar donde comer, donde beber (especialmente donde beber, este país vive bebiendo). Juntos, pegados unos a otros ingiriendo espirituosos para alegrar y alargar su forma de vida (el español dice mucho que este es el mejor lugar del mundo -quizá nunca ha salido demasiado de aquí, creo yo-). Aunque, ¿saben algo?, tampoco me disgusta estar al lado de otro español pegado, arreglando el mundo, amándonos y odiándonos, porque en casa todos ya sabemos lo que ocurre: nada. Y a eso, a que no ocurra nada, es a lo que más teme el español medio.




[Ópera Prima, el debut tras la cámara de Fernando Trueba. Una cinta que desvela ese amor infinito y mágico que el español tiene por la calle. Todo lo importante ocurre cerca de esas estrechas aceras...]



sábado, 2 de octubre de 2010

De gatos, literatura y verdad

Pura casualidad (¿eso existe?). Me he acercado a David Foster Wallace y he quedado sorprendidísimo. Un libro: Hablemos de langostas (una obra teóricamente menor, de artículos de análisis en prensa). Y ya está liada. Y ya soy adicto a su estupefaciente literario. Qué fácil soy a veces, ay. Pienso hacerme con toda su obra en el menor plazo posible. Cuando un norteamericano tiene el don, es un peligro para un lector como yo (preso de los análisis encadenados e ingenuos a la vez).

Wallace falleció tempranamente en 2008. Relativamente joven, este chico con intereses de hombre diferente, es capaz de hacer el análisis más agudo que he leído nunca sobre el porno o la radio conservadora sin temblarle el pulso ni una ligera coma. Perfecto. Redondo. No sobra nada (bueno, a veces, demuestra que sabe tanto que se pasa, pero qué persona apasionada no le ocurre eso). No falta nada, eso sin duda. Visión rayos X, afilada, profunda y sin miramientos. Habrá a quien le guste o habrá quien le vea como un esnob indomable y pretencioso (todo el que escribe se la juega a eso). Nunca se llegaría a odiar en todo caso a los niveles de Cooper, pero bueno -siempre recuerdo una publicidad de un libro de Copper en unos lavabos de un teatro madrileño-. Lean Contacto o Guía y me cuentan. Si pueden.


D.F.Wallace existe para que creamos de veras en la literatura (por eso decía antes que no creía en las casualidadades, siempre me aparece uno de estos autores cuando tengo dudas o miedos de creador inseguro acerca de qué es eso de lo literario). Para que no pierda/perdamos la fe. Una forma directa de profundizar en la verdad (todo esa verdad que la ciencia pretende y nunca logra del todo). Esa verdad (rozada, nunca atrapada), creánme, la tiene el sr. Wallace. También he estado con otro libro, uno poco conocido de W.S. Borroughs, Gato encerrado. Una obra semipoética donde describe su relación íntima con los gatos. Sabían, por ejemplo, que en la cúpula de las SS nazis, se hacía cuidar un mes a un gato, dándole de comer, bañándolo, etc. para luego arrancarle un ojo. Se hacía con la intención de que el oficial nazi perdiera toda humanidad, cualquier forma de compasión. Otras culturas, en cambio, lloraban su muerte y lo paralizaban todo. Yo nunca he amado u odiado a un gato. Nunca creí en la literatura sobre gatos (hasta ahora). Me parecía que era cosa de señoras cursis que escribían el domingo a la tarde unos versos. Creo que tengo que rectificar. Puede que algun gato me salve (si no lo hace la literatura antes). Echen un vistazo por aquí.

Por cierto, me han regalado el nuevo de Bret Easton Ellis, Suites Imperiales. También uno de mi querido Norman Mailer sobre el viaje a la Luna. Lo olvidaba, hoy es mi cumpleaños.





[Sigo pensando que este grupo, You say party! We say die! es de lo más original en años. Me enamoré de su nombre, ahora lo hago cada vez más de su música]