miércoles, 20 de octubre de 2010

Dieta de odio

Supongo que la punta de la pirámide ha conseguido con facilidad que nos odiemos. No nos soportamos del todo, así que era fácil. Pero tampoco podemos estar así por siempre (aunque la Historia diga lo contrario). Amando odiarnos. Es terrible. Por si se ha olvidado alguien: todos somos el mismo. Prácticamente idénticos.

La pelota roja bota en el patio cada vez más lentamente. Los gatos se la pasan e intentan morder la goma, pero los colmillos finísimos resbalan y chirrian. Uno de los vecinos está preparando veneno para ponerlo en un poco de comida para gatos que lleva partes de gato. No demasiada, es bastante cara en el supermercado. El mismo vecino que se queja de que no le den una ayuda social, una pre-jubilación o algo agradable.


Hay quien nunca irá a una guerra, aunque tenga más interés que nadie en que la haya. Irán jóvenes imberbes, con no demasiado cerebro y pobreza, mucha pobreza. Alguien es muy pobre porque otro alguien es muy rico. Y no es debatible. Es así.

Las manzanas crecen en el árbol de enfrente. Unas manzanas rojísimas que tienen sabor a miel seca. Brillan desde aquí. Hoy he robado unas cuantas. Y mañana pienso hacer lo mismo. Si tengo hambre y no tengo comida, es lo más lógico. /El mayor culto contemporáneo es a la propiedad privada/ Matar no está bien. Pero que me muera de hambre tampoco lo está. Esa idea se instalará en los cerebros de los desheredados, seguro, y la civilización penderá de un hilo como saliva blanca.





[It´s the end of the world en entorno de guerra. Tal vez, sólo tal vez, los atardeceres con napalm pueden ser terriblemente bellos (eso parece siempre en la pantalla)]


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