viernes, 31 de diciembre de 2010

Sólo una canción

Una canción para despedir un año y dar la bienvenida a otro...





lunes, 27 de diciembre de 2010

Conducir en silencio

Me llevaste en coche. Lejos, muy lejos, donde nadie pudiera vernos. Donde las hojas, decías, estuviesen húmedas y la hierba empapada. Conducías sin hablar, sin decir nada. Ponías música de los cincuenta y cuando te cansabas algo de los Talking Heads. Me mirabas y luego, inmediatamente, a la carretera larga con tu mutismo bello y peligroso de mujer enfadada. Supongo que aquello era un guiño de algún tipo. La noche caía y tú seguías buscando esas hojas y esa hierba fresca en alguna parte. Por supuesto nunca las encontramos.


Una mañana, al despertar, te pusiste a cantar. Lo hiciste durante horas. La melodía se instaló en nuestras cabeza, en la de todos nosotros. Soñamos con ella, contigo y con tus labios pintados de nada. Pienso en estas cosas antes de saltar de cabeza a la piscina olímpica. El agua parece fría.



NOTA/ PROMESA:

Lo olvidaba, el Sr. Loriga fuma Camel, lleva la barba descuidado y es bastante callado; Vila-Matas, que yo sepa, no fuma, es serio y sabe tener una palabra amable e inteligente con los que le rodean (con la intensidad exacta). Ambos creen en los libros y se les nota demasiado.





*Imagen de Jordan Bennett.


[The Gun Club, ese grupo que los Pixies soñaron ser. Personalidad y talento a raudales]


domingo, 19 de diciembre de 2010

¿Especuladores o derrochadores?

¿Alguna vez os habéis parado a pensar en las cosas y juguetes con las que crecimos? Todos esos objetos "pedagógicos" que pretendían socializarnos, hacernos más inteligentes, adaptativos y tal vez más guapos y estilosos. Estas cosas las hablaba ayer con mi adorado Javi O., el colmo y trofeo magno de ese planteamiento se lo llevó, sin duda, mi adorado, por entonces, Hotel. Un juego de mesa consistente en levantar edificios hoteleros y hacer pagar a otros por estancias que no pretendían, desde el lujo asiático a los rascacielos neoyorkinos. Un buen resumen del poder y la dirección que debíamos tomar como adultos. El tema requiere detenerse un momento. ¿Cómo es que se les da a unos niños planteamientos urbanísticos, lecciones de especulación, creación y manejo de dinero fácil?


Creo que ya va siendo hora de que hagamos conscientes todas esas lecciones manipuladas inconscientes que aprendimos con naturalidad. ¿Recordáis esa forma de amontonar billetes? Seguro que sí, desde entonces ya sólo amamos con pasión y sinceridad el dinero. Aunque todo hay que decirlo, yo disfrutaba reuniendo un pequeño capital, dejando en bragas a algún rival menos experto,a ese iba sólo a lo seguro... Era cuestión de agallas, sin duda. Ésa era la gran lección. De aquellos barrros, estos lodos. Puede sonar exagerado, pero voy a decirlo. La actual crisis inmobiliaria nació con este aparentemente inocente juego de mesa. Hubo, todo hay que decirlo, el juego de reglas contrarias, Bancarrota (que consistía más bien en quedarse sin dinero lo antes posible). Pero nunca fue tan éxitoso. Mi pregunta es, y no quiero culpar a ningún padre (aunque podría y debería hacerlo), tú, lector, de qué eras, ¿de Hotel o de Bancarrota? Puede que ahí esté la respuesta que buscaba ansiosa tu alma.






Por cierto, muy agradable las conversaciones de este fin de semana con Ray Loriga y ese maestro total que es Enrique Vila-Matas (esta vez pude charlar mucho menos con él, aunque sí darle la ehnorabuena por el premio). ¿Sabéis algo? Son como tú y como yo, salvo que, eso sí, escriben mucho mejor. Ya contaré sus marcas de tabaco favoritas y sus últimas lecturas (hay una deliciosa entrevista con Mr. Loriga). Sigan ahí. La literatura es lo primero. O eso creo.








[Bailad, bailad malditos...]



lunes, 13 de diciembre de 2010

Todo es mentira (y lo sabemos)

Decía Vicente Verdú en su magnífico El estilo del mundo que todos sabemos que mienten (las instituciones, los gobiernos, los profesores...). Aunque aparentemos lo contrario a menudo. Por suerte hay quien reacciona, quien no teme las represalias, y luego los demás (no sin cierta caradura) se acercan a su victoria "temporal" convirtiéndola en la de todos (también me recuerda esa misma actitud algunos grupúsculos de El mago de Oz). Rebelión en las ondas (Pump up the Volume) va de eso, de provocar, de resistir, de agarrar la verdad por el cuello y hacerle gritar versos (ya decía alguien que la verdad es siempre poesía).

No es extraño, creo yo, que esta fuera una de mis películas favoritas en mi larga adolescencia. Un grito, un susurro en la noche (depende de para quién), de un chico solitario y lector enfermo en un instituto donde las sombras son alargadas debajo de la perfección, las buenas notas y una agradable imagen de sitio bien. Y todo con una radio pirata. Con música de Cohen y los Pixies. Con arrojo y sin demasiado miedo.


Recuerdo que no debía de tener más de dieciséis años, y al acabar de ver esta estupenda cinta (la he vuelto a ver, y todavía mantiene frescos muchos de sus aciertos, resulta casi visionaria) uno tenía la indefectible necesidad de montarla, de saltar, de gritar y bailar (ya decían los situacionistas que la subversión es siempre divertida). Es bueno saber de dónde viene uno, de dónde proviene su forja, su inconformismo que siempre causa dificultades. Quizás la película sea puramente teen, pero guarda un agradable mensaje en tiempos de recortes, paro y dificultades. Esos son los artefactos peligrosos con los que crecí. Y resultan actuales.








[Inicio frontal de Rebelión en las ondas con un exhuberante Christian Slater, luego insigne consumidor de estupefacientes con su adorado compañero de fatigas Robert Downey Jr. ("¿No tenéis la sensación de que está todo podrido?")]




martes, 7 de diciembre de 2010

Madera y salvación

Háganme caso (aunque sólo sea por una vez) y no se pierdan el magnífico trabajo recopilatorio de Conrado Zurdo, Dibujos en el aire. Una buena muestra que desde ya puede verse bajo los techos industriales de Espacio Vías (un espacio, valga la redundancia, donde existe un lugar para el creador leonés con nuevas propuestas). No es que sea uno un gran especialista en escultura (la pregunta correcta sería si lo soy en algo, ¿no?), pero en cuanto se cruzen con esos objetos vivos, de formas maquinales, inconscientes, a veces orgánicas y otras extraídas de la propia alma antropológica de todos los pueblos (desde las cavernas hasta hoy, en lo esencial, no hemos cambiado tanto, salvo quizás porque miramos mucho El Tiempo de Maldonado), no podrán evitar llevarse su recuerdo incrustado en su cerebro primitivo, por mucho que pretendan intelectualizarlo. Esas formas, esos colores, quedarán grabados y resistentes a la fría lluvia de los días. Arañarán y arañan (como astillas finas) lo que somos, y eso es mucho decir cuando el arte, hace ya tiempo, se olvido un poco de todos nosotros.



Por suerte, Conrado Zurdo tiene esa extraña habilidad (la tienen pocos) de golpear nuestro yo más íntimo, ese ser antropomorfo que solo vemos antes de meternos a la ducha; no es extraño pues que el vea toda su creatividad como algo natural (la humildad del insistente), como un torrente animal y de agua pura, algo así como pintar la cueva con siglos de evolución y motosierra Stihl. Pasan los siglos y nos vamos dando cuenta de que lo importante va estando lejos del asfalto, tal vez en la madera, en esos objetos casi vivos con tonos musicales, ecos de las vanguardias y sabor a roble seco que se modifica, que nos modifica. Yo creo que Conrado Zurdo nos ha pintado, nos ha mejorado un poco a todos. Luego él dirá que le ha salido de dentro (sin sarcasmo), pero eso mismo decían los chamanes y salvaban a la tribu de la terrible enfermedad que es el existir. En Espacio Vías tienen la prueba.









[The Smiths recreándose en la duda. Las flores y una aguda sensibilidad rodeando la vida]