Es época de series. Nadie debería atreverse a poner en duda esta afirmación. La última década ha sido profusa en series de televisión de lo más interesantes. Perdidos tiene, ya hoy, la categoría de mito y otras muchas vienen a revalidar el título de década más intensa y creativa en lo que a series inteligentes se refiere. True Blood (traducida como "Sangre Fresca" aquí en España) es una de ellas. Una serie adictiva (como debe ser), ágil, ingeniosa y estéticamente impecable. En papel, los vampiros han salido del armario, oficialmente quieren integrarse en la sociedad, ser ciudadanos con derechos y deberes. ¿Cuál es el problema? Que no todos piensan igual. Como todo buena historia, lo local habla de lo universal, y así un pequeño pueblo sureño norteamericano retratará esa evolución y difícil convivencia.
No es casualidad, claro está, que sea un puebecito sureño, que haya negros, homosexuales, seres diferentes (la protagonista puede escuchar los pensamientos de otros), porque de eso habla True Blood, de ese miedo hacia lo desconocido, el interrogante, lo que no conocemos porque preferimos quedarnos en casa viendo el televisor y las horas pasar (uno de los vampiros, por ejemplo, es de lo más sedentario, se pasa el día ojeando series, habla en una ocasión de Héroes -¿autocrítica?-). Es más sencillo no comprender que comprender.
Ese terreno movedizo también se lleva al sexo. Hay quien fornica como un descosido o quien teme patológicamente el sexo (desnudarse ante otro es abrir el interior un poco más). Porque en True Blood hay sexo, mucho sexo, como quizás nunca se ha visto en una serie de televisión. Sangre, desnudos y una trama que evoluciona con facilidad conviven en una de las series más interesantes que hoy pueden verse en la pequeña pantalla. Se enamorarán, seguro, de los labios de Sookie, de la torpeza ingenua de su hermano, de los vampiros sexualizados (siempre lo estuvieron, ahora ya no se esconde), de un pueblecito que parece el gemelo cachondo de Cicely (¿recuerdan Doctor en Alaska?), mientras en uno asistimos a sus derivas existenciales, en True Blood vemos libidonoso al personal (es otra forma de existencialismo, ¿no?), además de, como siempre, intentar comprenderse (lo cortés no quita lo valiente). Aunque eso, creo, lo pretendemos todos, vampiros o no.
[Intro de esta magnífica serie. Prepránse para una adicción más sabrosa que la propia sangre...]
NOVELA: Javier Mateo Hidalgo.
Hace 3 horas
Y después de leer todo lo dicho no me quedará otra que buscar la manera de verla.
ResponderEliminarsaludos
qué opinas de la huelga julio?
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