viernes, 15 de enero de 2010

Uno iba para estrella del rock, pero...

Sí, yo conocí a Morrison y lo ví claro. Tenía que ser vocalista rock o nada. Y como uno no tiene ningún talento musical (bueno, dudo tener alguno), pues he ido arrastrando esa frustración, ese malestar que habita dentro. Luego me he conformado con algo menor, que es escribir en la soledad de la habitación y la música baja. No parece tan malo, pero créanme, lo es. La soledad del que escribe es un poco aburrida. A uno, claro, le gustan los espejos y la noche.



Todo esto viene a una imagen mía que me ha llegado hoy, una foto de hace tiempo (mi época de ensayista en el frutrado Peatom) de una magnífica y acertada fotógrafa, Leila Jacue. Me recuerda mi ímpetu de crear (lo mantengo, pero más escondido dentro de la chaqueta), de arrojar cosas a la población, a las mujeres bellas y los gatos callejeros. Uno iba para estrella del rock, decía, lo demás ha ido siendo un sucedáneo, un modo de calmar esa necesidad de rock n´roll que a veces me grita desde el fondo abisal del alma.


Recuerdo (uno está hecho de una multitud informe de recuerdos) que en Alta Fidelidad, la película protagonizada por Cusack y basada en un gran texto de mi adorado literato pop Nick Hornby, decía, en esa película el protagonista planteaba que le hubiera gustado ser parte de un grupo musical, uno mediano, bueno pero mediano. Pues yo tengo claro ese grupo, me gustaría ser la parte masculina de The Kills, molones y chulos...


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