miércoles, 10 de marzo de 2010

Creyentes en palabras

Ayer, a eso del mediodía, fallecía una mujer que siempre ha estado más o menos unida, como por instinto y sin poder evitarlo, a mi vida y a la de mi familia. Mérita era una mujer enjuta, habladora y sincera (quizá demasiado para algunos, pocos afortunadamente, que no supieron o no quisieron comprenderla). La veo, todavía, ahí sentada, en una de las sillas de la cocina de mi abuela, hablando de la lluvia, las horas o los tomates grandísimos como trofeos. Recordar a alguien, se dice, es traerlo un poco aquí, entre nosotros, en este espacio que habitamos conjuntos. Su voz resuena en mi memoria con claridad. Así, no es extraño, me dice mi abuela, que un día, de niño, le pregutara a mi familia: "Mérita es mi tía, ¿no?". Y a nadie le sorprendió demasiado la pregunta.
Quería con devoción, de la de antes, a mi abuela y por extensión a todos nosotros. Por eso nos solía dar unos besos ruidosos (son los únicos besos de verdad), por eso, también, verla ayer en su feretro me recordó cómo nos quiso a todos, cómo confió en todos nosotros... recuerdos, todos juntos, que me trajeron unas lágrimas de despedida y mi afecto hacia su familia (su marido, hermanos, hijos y nietos -con los que he convivido una infancia de lúpulo y calles con baches-). Nunca dejó de hablar, confiaba mucho en las palabras y en los que sabían utilizarlas, como un don sagrado y perfecto que sólo tienen unos pocos. Mi recuerdo hoy para ella. Ayer, señores, se nos fue una gran mujer, dejándonos, claro, con muchas menos palabras.



Afortunadamente, los días, alguna que otra vez, traen noticias agradables, como la gran crónica que una estudiante de Periodismo, Irene Ferradas, ha hecho de la reciente presentación de El tiempo nos va desnudando en Madrid. Gracias pues, Irene. Cree en las palabras.

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[La banda sonora de hoy, Nudozurdo y sus "Mil espejos", es especialmente para Mérita, pero también para Irene. Dos mujeres que aman/ban las palabras. Mil espejos donde reflejarnos]

2 comentarios:

  1. Mira que tienes razón en eso de que amo las palabras y, con todo, ahora 'gracias se me queda chiquitita. Voy a intentar, pues, que quede contundente: un millón de GRACIAS por tu comentario, y aún más por ofrecerme la oportunidad de hacerme un hueco azúl y eléctrico.

    Supongo que no somos más que un puñado de afortunados los que hemos contado, también, con nuestra propia Mérita. Estoy segura de que todas ellas se sentirían orgullosas de un texto homenaje como el tuyo.

    Un abrazo,

    Irene Ferradas

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  2. Muchas gracias por unas palabras tan bonitas y sentidas, estoy segura que mi abuela allí donde este, te envía un beso sonoro...
    Un abrazo,
    Vanessa

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