Llevo pensándolo algunos días. Qué suerte tenemos muchos de nosotros. Por multitud de cosas, supongo, pero también por una en concreto que solemos olvidar en el acomodaticio discurrir de los días: existe un lugar como Elektra en esta ciudad. Sí, esa tienda colorista plagada de cómics, libros y vinilos, cerca de El Albéitar, por la que seguro cruzas de camino a alguna parte. Probablemente tú también echas un vistazo a su escaparate, miras tus bolsillos y entras a comprar ese libro o cómic indie que ansias desde hace ya no sabes cuánto. Y para colmo de la satisfacción más instantánea y truculenta, te atienden carismáticos y amabilísimos la buena de Alicia o el fantástico de Javi, con su sabiduría de títulos, años de publicación y autores con más o menos prestigio en su alucinante memorabilia. Ambos parecen saberlo todo.
Elektra ha ejercido siempre un gran influjo en muchos creadores leoneses de distinto tipo. No digo nada nuevo. Preguntar por ahí y veréis. Prácticamente todo el que hace fotografía, música, literatura e infinidad de cosas, ha pasado por esa guarida de papel y buen rock. Porque en Elektra siempre puedes escuchar excelente música mientras hojeas algo de unos zombies o el último libro de Dennis Cooper, entre un vinilo de Judas Priest o unas rarezas de Robert Johnson. Sí, creo que eso es Elektra, un lugar cómodo en que la cultura más honesta, la más próxima y la más distante, la de este León y la de un lejano Ohio, vienen a visitar tu piel y tu cerebro, receptivos a lo que huye fuera de la norma, lejos de lo establecido (que sabe a mal óxido y buen olvido). Por eso esta pequeña tienda ejerce de universidad paralela, y muchos niños y adolescentes entran por sus puertas y se llevan una pieza de su museo democrático y popular donde casi todo se puede comprar. Digo casi todo, porque cierta integridad ya hemos ido viendo que es inviolable. No creo que vea nunca un disco de Chenoa para hacer más caja.
Yo también fui adolescente, uno de esos muy apasionados que cree en el rock más que en su propia vida, esa potencial religión verdadera que parece que nos salvará de todo lo doloroso. Una tarde gris entré por esa puerta, compré una chapa blanca de The Velvet Underground y ya nada fue igual. Me siento raro cuando pasa el tiempo y no me cobijo entre los lomos de los libros y la buena conversación. Incluso, poco a poco, voy aprendiendo de cómic con profesores que me enseñan a saber ver la enésima esencia del arte y su futuro. Sí, gracias a Alicia y a Javi también por eso. Suelo salir satisfecho, memorizo algún concierto interesante de los que se cuelgan en la puerta de cristal, y camino en dirección a otra parte, mientras releo la contraportada de algo, salivando con un nuevo disco, pensando en que soy afortunado por tener cerca algo como Elektra. Todos nosotros lo somos, afortunados digo, porque sin este confortable lugar esta ciudad sería muy distinta. Tal vez mucho más aburrida y decadente. Peor.
[Y sí, a mí Elektra me suena a Stooges...]
NOVELA: Javier Mateo Hidalgo.
Hace 21 horas
Vaya, vaya, alguien que valora estos 20 metros cuadrados de chifladura ¿quién iba a ser sino Julio? gracias siempre,
ResponderEliminarte queremos...
Alicia y Javi.
en Elektra tendrán muchas cosas pero "rarezas" de Robert Johnson lo dudo: sólo grabó sus 29 famosos temas y no existe más material de él. saludos.
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