La última gran película para estetas de la temporada. Ese podría ser el resumen definitivo de A single man, el debut tras la cámara del diseñador de culto Tom Ford. ¿Por qué para estetas? Porque esencialmente es una película de detalles visuales, de miradas perdidas o provocaciones hasta el infinito, de relojes perfectos, de labios más rojos y bellos que el propio infierno. Y eso, lo queramos o no, es más una recreación pictórica detallista que una película tradicional al uso (narrativamente hablando), aunque quizás estemos ante eso tan peligroso y delicado de que la forma es el propio fondo. Mucho y poco a la vez. Tal vez un reflejo de los tiempos (caóticamente neutros).
De todos modos y para sorpresa del personal, Ford se ha marcado una historia bastante resultona y resolutiva, y didácticamente existencial (debe decirse que está basada en un texto del sobresaliente Isherwood). De acuerdo que hay algunos lugares comunes, vale que a veces las poses lo son o lo quieren ser todo en la historia, pero aun con esas mantiene el interés y oferta cierta ayuda para el mal de la ausencia, la supervivencia de la minoría o la comprensión de algo tan complejo como el amor que no volverá.
Debe reconocerse que la pretensión de Ford ha sido alta, quizás demasiado, pero ha salido relativamente victorioso. Los actores están de lujo, los espacios medidos al milímetro y la recreación de la época (principios de los sesenta)resulta un alarde de preciosismo visual. Puede que estemos ante esa película que los futuros diseñadores (y sus fieles seguidoras) no dejarán de revisar una y otra vez. O tal vez sea de las de ver y reclinarse a altas horas de la madrugada. Con la estética nunca se sabe.
[Trailer de A single man/Un hombre soltero. El futuro a través del presente]
NOVELA: Javier Mateo Hidalgo.
Hace 19 horas
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