miércoles, 3 de febrero de 2010

Sentir(se) especial

Cuánto hacemos por sentirnos especiales, ¿verdad? Nos gusta creerlo, sentirlo por toda la piel. Veía hace poco Special, un filme de lo más original sobre los sentimientos. El protagonista, fantástica actuación por cierto, comienza a participar en un experimento, pero las píldoras que toma le comienzan a hacer creer que tiene superpoderes (volar, telepatía...), mezclándose en el espectador un sentimiento entre hilarante (hay un momento en la comisaría de policía que casi, literalmente, me parto a la mitad de tanto reírme) y de un sufrimiento ajeno inmenso, sin límites. Película necesaria, con momentos de genio, que hace preguntarnos hasta dónde llega nuestra necesidad de sentirnos especiales. Y como esos fármacos han encontrado un hueco que no acaba de llenarse nunca. Ay, la felicidad, ese bien tan preciado y tan difícil de obtener. Hay quien lo busca con drogas, alcohol, riesgo...otros, entre los que me incluyo, cree que está dentro de algunas personas y se puede compartir. No acabamos de aceptar que somos insignificantes. Intentamos mentirnos con coches, dinero o drogas, ya digo. Pero ya probado, uno sabe que deja de surtir efecto.


Hay momentos, instantes, segundos a veces tan sólo, en que uno siente como todo el universo le mira a uno (entendido todo el universo como los ojos de una mujer -o varias mujeres-). Sentirse como Trip Fontaine ayuda (Las vírgenes suicidas, Sofia Coppola), pero tampoco es suficiente, sentirse especial se volatiliza como motas de polvo. Las emociones son demasiado frágiles, ya lo sabes.

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