Qué fascinación he sentido siempre por el gran Modiaglini. Excesivo, alcohólico, maldito...todo por elección propia. Y cuando podía perder todo ello, volvía con más fortaleza si cabe a esa excesividad natural. Pero no sólo el personaje Modiaglini es valioso, también lo es su pintura, armónica con los sueños y, sobre todo, elegante. Ya decía Picasso que Modiaglini era el único que sabía vestir en todo París. Bueno, una elegancia desastrosa (con lamparones), que es otro tipo de elegancia.
Modiagliani vino a instalarse en mi vida. Sobre todo gracias a la película que hizo Becker, que me acercó al individuo, a su romanticismo suicida, a sus creencias personales y radicales... Observar a Modigliani es observar una forma coherente y atractiva (hasta los límites humanos) de entender la vida. Suena a tópico, pero creánme, nunca más acertado. Miren esos ojos vacíos, quizá se vean a sí mismos.
[Paraíso en su paso por Popgrama, con una alucinada, divertida y marciana canción como "En la morgue". Acabarán cantándola: "Cómodo apartamento...En la morgue...Servicios religiosos...]
LA LABOR DEL TERMINATOR: Tomás Soler Borja.
Hace 1 día
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