miércoles, 30 de diciembre de 2009

¿Por qué me siento así entre libros?

¿Por qué me siento tan bien entre libros?, ¿por qué me siento tan cómodo, completo, rodeado de volúmenes de papel?, ¿por qué todos esos árboles se han convertido en la compañía más agradable (salvo algunas honrosas excepciones que ellos ya saben de mi boca)?, ¿por qué cada vez creo más en los libros y menos en el hombre?

Suelo buscar en las ciudades solitarias (también las ciudades bucean en mi soledad), antes que nada, las librerías y los espacios llenos de libros. Esos huecos que nos deja la vida y rellenamos con palabras impresas. El mejor refugio posible ante un mundo que se desmorona a cada instante, en esa caída eterna que nunca parece definitiva, como un resorte que impidiera el caos y la nada.



Mirar de lado esos títulos, autores, contraportadas...una opinión, una crítica reciente, una lectura parcial en el pasado. A veces no encontrar nada, como otra respuesta más que esconden esos objetos rectangulares, con ese vocerío silencioso que producen, entre el conglomerado y el cielo, entre los devotos y los despistados. Ese libro que nos salvo unas horas, una tarde, una semana, una vida. Los libros que recogen nuestra vida mejor que nadie y que nada. Que nos conocen como amigos íntimos, entre la luz solar de la tarde y el frío mortecino de la noche. Ese papel que, tal vez, nos sirve como manta gruesa y calurosa a la congelación de existir (todo escritor y lector tiene frío).


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