sábado, 7 de febrero de 2009

Vida adolescente

Eran cerca de las dos de la tarde. Me pareció oír que decía algo, pero no supe muy bien el qué. Me estiré y adopté una posición que cambié inmediatamente cuando ella atravesó la puerta de la sala. El día era caliente y nublado. Ella llevaba una camiseta clara con puntilla negrísima en los bordes. Parecía bastante sexy así. Se sentó a mi lado y pude notar su piel más fría que la mía. Se rió al mirarme y no supe muy bien el por qué. Tampoco me molestó demasiado.
Nos habíamos conocido ayer mismo. Ambos habíamos bebido mucho, sobre todo whisky caro con Pepsi, que es una combinación de extraño sabor y bastante rara de ver (sobre todo porque en este país ha triunfado mucho más la Coca-Cola). Al conocerla no pensé en nada importante. Creo que leía a filósofos griegos sobre todo, Herodoto y esas cosas. Estuvimos hablando un buen rato de la novela norteamericana moderna, ambos llegamos a la conclusión de que Norman Mailer era difícil de superar. En ese instante supe, sin demasiadas dudas, que pasaríamos la noche cerca. Llegar a acuerdos por la noche es un síntoma de éxito en cualquier terreno (el sexual especialmente).
Fue entonces cuando me fijé en sus pupilas dilatadas como de adolescente enamorada. Llevaba el pelo liso y una camiseta de tirantes blanca que le marcaba mucho su pecho mediano y afilado. Respiraba deprisa, supongo que porque había bebido y vivido deprisa esos días atrás. Nos besamos como quinceañeros en una esquina del bar a ritmo de una música que no nos gustaba a ninguno de los dos. La gente saltaba y reía a nuestro alrededor sin detenerse demasiado en nosotros. Nos alejamos de allí abrazados como dos amantes que se conocen de toda la vida.
Llegamos a su casa y lo primero que hizo ella fue colocar en el lector un álbum de los Stone Roses que sacó deprisa de su caja. La música iba creciendo en intensidad mientras nosotros no decíamos apenas nada. Sacó un poco más de whisky, por lo que me dijo comprado esa misma tarde, y nos pusimos a beber en silencio. Me dolía un poco la garganta. Me lleva doliendo mucho desde que doy clases a adolescentes imberbes sobre filosofía clásica y que muchos dicen “obligatoria” desde organismos oficiales. No leo casi ninguno de los filósofos sobre los que doy clase. Mientras pienso en ello me doy cuenta de cómo ella ha apagado alguna de las luces de la pequeña habitación. Le digo que voy al baño. Como en casi todas las casas está al fondo a la derecha. Es un espacio amplio, con grandes ventanales blancos que dan a un patio de vecinos. La ventana está entreabierta a la noche. Se puede escuchar a una pareja discutir. A veces, en un mismo edificio pueden convivir todos los estados posibles de una pareja.
Me miro detenidamente al espejo. Estoy un poco pálido. Me mojo con agua fría la cara y el pelo y me seco con una toalla azul oscura que debe llevar varios días allí. Tiene tacto como de estar bastante usada y lavada. Hay un par de cajas de tampones a la vista. También un rollo de papel higiénico acabado. Aunque está todo un poco desordenado no está sucio. Cuando le doy a la palanca del agua, no sale apenas nada y sólo clarea un poco mi orina. Apagó las luces y me vuelvo al pequeño saloncito en mitad de la casa. Parece un piso de estudiantes universitarias.
Luego nos ponemos a hablar tímidamente de series de televisión. En ese rato, había encendido el televisor y lo había dejado en silencio. Un altavoz rojo tachado aparecía a una esquina del aparato. Me quedé mirando sus piernas y me gustaron inmediatamente. Eran como de alguien más joven y salvaje.
Se reía de algunas de las cosas ingeniosas que a veces produce el alcohol. Se había descalzado también en ese rato. Siempre me gustó ver a una mujer con vaqueros y descalza. Es una combinación bastante sensual. No es fetichismo, creo yo. Jugaba con su pelo y me miraba inquieta. Supongo que los dos queríamos besarnos pero ninguno se atrevía a hacerlo. Me habló de su trabajo en una agencia de publicidad. Llevaba anuncios de Nestlé en España y de algún gran hipermercado en la ciudad. Le dije que me gustaba pasear por los centros comerciales y mirar discos de saldo. Por el gesto, a ella le pareció bastante singular y agradable mi afición.
De repente, como en un impulso, me lancé a besarla. Nos echamos torpemente en el sofá sin dejar nunca de acariciarnos. Pasó un rato largo de intercambio de nosotros mismos. Besar labios nuevos es huir un poco de uno. Después paró repentinamente y dijo que iba a buscar un cigarrillo. Lo fumó lentamente mientras me acariciaba una de mis piernas excitadas. Sonreía y no decía demasiado. Mirándome a los ojos me dijo que podía quedarme a dormir en el sofá. A su compañera, creo que llegó a decirme, no le importaría. Podía coger unos bollos y galletas dietéticas para desayunar si ella todavía dormía a la mañana siguiente. Era sábado por la noche. Ya comenzaba a clarear el día. Se podían escuchar los pocos pájaros que quedaban en la ciudad inmensa. Me dio una manta y me anunció, entre bostezos, que se iba a dormir. Estaba muy cansada y algo borracha. Se peinó el pelo con las manos y bostezó más aún. Me plantó un beso fugaz y lúbrico, para luego decirme que se iba a dormir. Hasta mañana. Y se fue arrastrando los pies.
Me tapé con la manta que me había dejado doblada a un lado. Picaba y no me dejaba dormir fácilmente. Además, con la luz que entraba por las persianas se hacía todavía más difícil. En una estantería barata, probablemente de Ikea y hecha por ella misma -estaba un poco desequilibrada-, pude ver un libro de Schopenhauer sobre las mujeres y la muerte. En ese instante llegué a la conclusión que era sobre lo único que merecía la pena escribir. El lunes mis alumnos recibirían de mí una clase sobre esos dos “únicos” temas. Les pediría una redacción sobre su vida adolescente. Con Kant no se estaban enterando de nada. Tenía frío en las piernas.


1 comentario:

  1. mmmm...me gusta.Sigue teniendo ese tonillo melancolico y nihilista tan propio del espiritu de la época...tiempo de la comunicación y de la falta de comunicación,todo a la vez.Epoké,decían los griegos,suspensión en el tiempo,quiza sea eso...
    te sigo,con afecto siempre.Enhorabuena y un fuerte abrazo.

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