lunes, 2 de agosto de 2010

Hija de pirómano

Por qué esas palabras unidas, "hija de pirómano", las que escuché ayer en una película de hace años, también me parecen a mí tan seductoras.

Algo inquieto, algo que asusta, algo transversal, hace que las palabras se muevan, se peguen, que los libros (como acumulación de ellas) consigan modificarnos, transformarnos en otros, vivir reprise la vida de terceros. Porque las palabras están aquí para quedarse, y su reducción (al modo orwelliano) reduce al mismo hombre, lo vuelve nulo, una ausencia desastrada y desastrosa, que queda en un colgajo de carne que respira lento.


El calor lo abrasa todo. Los coches arden por dentro y la piel se seca en los lugares sin costa.
Hay personas que quieren cambiar el mundo. Y su deseo se queda en nada, entre el letargo de las olas y el sueño en la retina. La ropa interior femenina se adhiere al asfalto. Los hombres, empapados en sudor, habitan las sombras como tránsito a la caza animal que es la ciudad. Un diminuto bache hace girar levemente el volante a todos los conductores.


El color de los días secos se refleja en aquellas uñas mordidas. El lavabo lleno de pelo recién afeitado. Todo un bosque humano.
Huir no resulta demasiado difícil. La mentira, una capa pringosa que envuelve los edificios de oficinas y las televisiones de plasma. Las horas se llevan, al modo de un torrente breve de agua, todo lo que ha sucedido. Suena el teléfono y despierta mi vecino.







[Nunca he podido explicar(me) por qué me apasionan (me apasionaban, más bien)tanto los Who. Directos a un parte escondida de mí]





1 comentario:

  1. me ha gustao esto que has escrito.
    "un diminuto bache hace girar levemente el volante a todos los conductores" no se de que hablas pero me gusta

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