Uno tiene la costumbre extraña de buscar discos diferentes, poco convencionales, en una búsqueda infinita que, creo, lo que persigue, es un grupo de calidad que le toque todo(en todos los sentidos) a este oyente enfermizo. Hace poco, me hacía en Barcelona con esta maravilla japonesa de Sheena & The Rokkets, todo un muestrario de pop americano re-interpretado por estos nipones guapos y estilosos. De hecho, la canción que abre el disco es como una descarga bailona que te hace estar en unos 80 más verídicos que la etapa de Reagan y la MTV (acabaré hoy con los 80, que me vinieron ayer a visitar con una película).
Pero no queda ahí la cosa. El domingo a la mañana, el bueno de Juan me proporcionaba sendos singles de finales de los 70. Uno especialmente diferente, de un grupo que muy pocos recordarán, Metro. Melodías pegadizas, voz del otro lado y esa vibración rugosa del vinilo que es como una religión en tiempos de soledad y delirio. Y, también, por puro azar, el otro día me encontraba en una vieja cubeta un disco reciente de un grupo llamado The Unseen Guest que recomiendo fervorosamente. Sonido hecho desde los pantanos norteamericanos para días de calor como los de aquella película, sí, Fuego en el cuerpo.Discos raros, que se esconden de la vista de todos, y que a mí me parecen más sugerentes y bellos que todos esos que la gente, el gran público, ama como posesos. Quiero discos, claro, que me hablen a mí, rescatarlos del olvido y que me regalen ese secreto suyo que los hace únicos e inmejorables.
[Una película me trajo el recuerdo de los 80, cuando, ay, veía Corrupción en Miami y soñaba en un futuro en que todo se cumplía. Ese futuro es esto y, la verdad, no tiene mucho que ver con lo que pensaba a mediatarde. ]
LA LABOR DEL TERMINATOR: Tomás Soler Borja.
Hace 22 horas
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