domingo, 20 de marzo de 2011

Sabor desordenado

Vila-Matas y su mujer tienen una fotografía de Enrique y yo juntos, perdida entre montones de imágenes. Creo recordar que parecemos un padre y un hijo que hace tiempo que no se hablan. O tal vez no, y sólo sea una imagen más de escritor admirador-escritor.


Suelo hacer ejercicio físico a menudo. A algunos les suena contradictorio que alguien que escribe y piense haga ejercicio. Insisto en hábitos más o menos saludables en mi vida. Mi cabeza logra hacer las cosas mejor.


En ¿Qué he hecho yo para merecer esto? de Almodóvar, el escritor le dice a la prostituta interpretada por Veronica Forqué, una tal Cristal, que sólo los buenos escritores son viciosos. Los demás lo aparentan, añado yo. Existe un culto abierto al malditismo como medio de vida profesional. El lagarto de la película se llama Dinero. Me parecen increíble que a nadie, que yo sepa, se le hayan ocurrido ambas cosas antes.


Leo libros sobre la virginidad y me siento más virgen. Recuerdo novias guapas con granos y sonrisa constante en el aire, como un rayo rojo impactando sobre los demás. Siempre fui un chico agradable para las madres y padres de la gente (existen excepciones, claro está). Casi todos ellos me saludarían encantados y recordarían mi nombre hoy. Hace poco me ocurrió con una profesora. Recordó mi nombre al instante. Llevábamos treinta años sin vernos.





[Foals o el entusiasmo contenido de vivir]



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