sábado, 14 de abril de 2012

Drive my car into the ocean

Conduciendo, conduciendo hacia el océano, como en esa canción de los Pixies. Olas de mutilación y tal. Y la lluvia que golpea el cristal suavemente y todo o casi todo en silencio. Los otros coches más lentos, formales y evadidos con café con poca leche, azúcar y cocaína. Las gafas sucias por el óxido y un anhelo sin nombre que parece perderse en el asfalto mojado bajo los túneles. Llueve, y con la lluvia todo parece menos grave, o más triste, y en las gasolineras la gente es educada y compra chicles de menta, Kit-Kat o refrescos de cola. Conduciendo hasta ver bajar el nivel de gasolina noventa y cinco octanos. Otra vez. Hasta sentirse perdido en ese laberinto insensible de carreteras con letras y números que nadie recuerda. Llueve y todavía nada ni nadie puede sentir el océano.















[Pixies, de mentes y mutilación]





1 comentario:

  1. Hola Julio,

    Hoy, apenas hace un rato, te he descubierto y me he propuesto dejarte un comentario, quería dejar un comentario como se deja un comentario, precipitadamente y con cierta nostalgia, como quien se va sin apenas haber llegado, sin otro ánimo que el de llamar a la puerta para decir que se está aquí y atraer la atención de quien pueda haber dentro. Una curiosa forma de presentarse que atiende probablemente a ritos atávicos de antes, en pequeñas aldeas, y que hoy reproducimos de forma bastante tragicómica en la esfera tecnológica de esta ciudad global.

    Quería decirte que he sentido algo muy familiar y cercano en tu forma de contemplar el mundo, a pesar de la distancia que se pueda observar en principio con los recursos que empleemos ambos para expresarlo a la hora de tangibilizar esa mirada, algo que resulta bastante curioso y que imagino responderá, esa comunión de la que te hablo, a la memoria, parece probable, de experiencias, quiero pensar, en la infancia, esa patria que decía Baudelaire debemos compartir de alguna manera con cierta nostalgia los que respiramos con este aire descontento y que se capilariza a estratos más bajos, más sedimentados del lenguaje.

    Parece ahora, así dicho y releído, sin saber por dónde meter mano, una obviedad lacaniana sin contrapunto, me imagino que es otra forma de presentarse.

    Ha sido un placer, tu hallazgo.

    Kolda

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