
Luego está el caso islandés, aparentemente fatal y demoledor. Pues resulta que años después de su grave crisis, y tras rechazar popularmente el rescate de la banca (se decidió despedir a los directivos y nacionalizarla), ahora van los tíos y se van recuperando con pulso firme. Está claro que la repetida salvación financiera de un país (parece un mantra), luego de otro y otro, es otra trampa donde siempre se cubren las espaldas también los mismso (curiosamente distintos a esos otros "mismos" de antes). Está claro que esta crisis (propiamente una "recesión", hace mucho que dejo de ser una crisis) va a reforzar planteamientos de compotetividad trasnochada, veáse algo así como trabajar más y ganar menos, sino lean por vds. mismos lo que opina el Nobel yankee :"España debe lograr la "devaluación interna": tiene que recortar los salarios y los precios hasta que sus costes estén otra vez en línea con los de sus vecinos" (y creánme señores que es la dirección exacta a la que vamos). Resumiendo, vamos, quieren algo tan caótico como que trabajemos como chinos, gastamos como norteamericanos y empecemos a ahorrar como nuestros abuelos porque quieren materializar dinero que se ha volatilizado en las viviendas y su especulación, además de su inevitable y previsible (sí, previsible, salvo para el que no lo quisiera ver) explosión posterior. Pero mientras la máquina siguió dando dinero, quién se va a quejar. Si es que han dado demasiada educación a las clases populares, ay.
¿Saben algo? Pasé lo que pasé después de esta recesión, Krugman seguirá cobrando un buen montante por su artículo-columna fallido, y menda escribiendo estas notas gratuitamente y sin ningún interés concreto. Pero resulta que yo estoy del lado de los que habitualmente pierden. Y los prefiero, Mr. Krugman. Lo suyo huele a grasa de la máquina. Y chirria tanto.
[The Church, esa iglesia a la que todos quisiéramos pertenecer como fieles de manos juntas. Melodías eclesiásticas para un lunes oscuro al norte del norte]