domingo, 16 de agosto de 2009

Derroche de cine y disparos



El viernes pude ver la última película del otrora espectacularizante (bueno, no ha dejado de serlo del todo), Michael Mann. Enemigos Públicos ya presagiaba logros con las últimas buenas maneras de Mann (Collateral y demás). La película cumple, y más que cumplir deja un regusto ácido y agradable a polvora y admiración respetuosa a Dillinger (el protagonista para lucimiento de Johnny Deep). El conjunto tiene sabor a Holywood, pero también interesantes guiños a la serie B (ay, esas visitas a los cines), fotografía impecable y un realismo medianamente veraz en el fuego cruzado. De nuevo, y sí, esto parece una constante, volvía a re-crecer mi admiración por los ladrones de bancos de la primera Gran Depresión (parece que la prensa dice que esta actual ya no es la segunda). Ójala todos los días que uno fuera al cine viera cosas como esta y no esos pastiches almidonados que aparecen de poco en poco para deleite de las cajas registradoras y tal.



La que me parece un retrato más profundo, estudiado y que invita a la reflexión es RAF, facción del ejército rojo de mi admirado Uli Edel (exactamente el director de Yo, Cristina F. o Última salida Brooklyn -que, por cierto, intente desentrañar para un número de Azul Eléctrico-). El retrato de la RAF de Edel no responde a mitologías y lo que pretende, en última instancia, es atender a la evolución desastrosa de un grupo terrorista, en este caso una especie de cool terrorism. Muy buenas interpretaciones, perfectamentamente reflejado el instante político del país, los fanatismos, la caída de leyendas varias y el funcionamiento interno, un poco loco, del seno de un grupo terrorista (las similitudes con ETA asustan). Sobra algun minuto de metraje, pero después de ver la película uno vuelve a tener la sensación de que mitologías, la verdad, las justas. Baader-Meinhof es, simplemente, una respuestaa a un momento complejo y difícil de asimilar por una juventud que no se cruza de brazos (lo que hace después, eso sí, ya es más injustificado). De hecho, aparece cómo los burocratas intentan comprender el fenómeno, por qué alguien reacciona así; y se pasa del primer instante ingenuo, liberador y revolucinario (en el 68 parisino ,por ejemplo también, las consultas de psiquiatría se vaciaron, la sociedad se encontró liberada) se da paso a una locura obsesiva donde todos son los enemigos y sólo uno tiene razón. Y sí, importante acercarse a la película para entender el fenómeno (aunque ya casi nadie con los ojos limpios). El esfuerzo de Edel de comprenderlo todo resulta alucinante, aunque no guste a los radicales esa es su mascarada.

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