- Deberías besarme los pies, tú y todos los que son como tú. - Esto... - No habéis sabido manejar todo esto. Se os ha ido de las manos.
Se sentó en una vieja silla gris y comenzó a tomar una bebida que, esta vez, sí le pareció verdaderamente refrescante. Luego salió al jardín.
Era un día perfecto para quedarse quieto. Como si todos los días debieran ser así: inmóviles y fríos. Era un buen día, también, para que acabase el mundo.
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