jueves, 4 de junio de 2009

Lectura y prodigio

Llevo unos días leyendo al bueno de Auster. Reconozco que no las tenía todas conmigo. Siempre me dió la impresión de que el neoyorkino era ingenioso pero eminentemente comercial. El Palacio de la Luna (Anagrama)ha venido a ampliarme y corregirme esa visión. Hoy, por suerte, me parece una gran revisión de Hansum (y eso es mucho decir). Da la sensaciñón que uno se adentra por sus páginas como a una atracción de feria. Parece que no será nada del otro mundo y acaba(mos) por tener el mejor día de nuestra vida. La Literatura (con mayúsculas) tiene esas cosas. También, por desgracia, uno se da cuenta de cuánto (cuántísimo) tenemos que mejorar, de cuántas horas quedan, del esfuerzo ilimitado (y a veces irracional) del acto de escribir. Aunque, bien pensado, en un mundo plano, tópico y medianamente aburrido, parece la mejor opción.


Adentrarse en páginas escritas (si son como las de esta gran obra de Auster, mejor) resulta un buen antídoto para el tedio, los días largos y el mundo breve. El Palacio de la Luna me está resultando una digestión agradable, esperable (voy a sus páginas como un niño) y, sobre todo, un viaje a alguna parcela escondida de mí mismo (lo que, en esencia, todo libro debería perseguir). Recomiendo su lectura, claro, e insisto en la gran labor editorial de Herralde y cía. con su Anagrama, una editorial de futuro y para el futuro (de hecho, el futuro es totalmente suyo, los lectores se lo hemos entregado sin ya más condiciones). Continuaremos leyendo (parece la mejor opción, ya digo). Eso sí, en breve saldrá a la calle un nuevo Azul Eléctrico, pero también, y conjuntamente, un nuevo proyecto que detallaré progresivamente aquí. Los días son proyectos. Los proyectos, la vida. Sin ellos, el mundo carecería de forma.

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