El anterior referente de verdadera personalidad en este país había sido la Movida (madrileña casi siempre, aunque Vigo y otros pocos sitios más –sí, Valencia también- tenían vida propia). Por tanto la pretensión inconsciente de la escena electrónica era la misma. De hecho, junto a los flyers, carteles y demás, nacen radios y programas dedicados exclusivamente a estos sonidos. Progresivamente fueron desapareciendo y, hoy, es casi imposible encontrar programas con aquellas características. Hubo múltiples Diarios Pop (el mítico programa de Ordovás sobre la Movida en Radio 3). Recuerdo mucho uno con miles de seguidores por todo el país, que mezclaba una versión soft (para los iniciados) y otra hardcore al mismo tiempo. Quería agradar a todos. Casi lo consigue. Era Los más bailados. Hoy todo es sólo un buen recuerdo. Y su presentador (Tony Peret) acabó poniendo voz a anuncios de recopilatorios y triunfitos. La perversión es más que evidente. Muy difícilmente llegará a los libros. Ya lo he mencionado, resultó una escena de la que se avergonzaban la mayor parte de sus integrantes.
Recuerdo perfectamente noches pegado a aquellos programas de radio con bombos imparables, con el deseo de bailar en el cuerpo, por lo que aquel oyente en la distancia que nunca fue a Valencia ni nada parecido acabó idealizando todo y escribiendo unas líneas a su mayor gloria (lo mismo ocurrió con Jerusalén y los cruzados, sus grandes defensores nunca salieron de su pueblo). Todo momento tiene sus descreídos. Pero frente a la Movida, donde el grueso se pegaba por decir que estuvo allí, hoy apenas nadie alza la voz para reivindicar su lugar en todo lo que suene a electrónica en los 90. Aquellos autobuses llenos, los compradores de todos esos discos…escondieron el montante en una vieja habitación y tiraron la llave. Más de una década después, parece que nos reímos con suficiencia cuando vemos pasar un coche con música electrónica a gran volumen. Como una fase superada. Al final, como ha ocurrido durante los últimos 50 años, la guitarra eléctrica volvió a vencer a cualquier manifestación musical posible. Y el joven medio, de querer ser discjockey, volvió a pasar a querer ser guitarrista de un grupo rock. Volver a los orígenes (parecía un camino fallido). Y parece que, pensando, como siempre debió ser. Alemania parece el último reducto de todo aquello y nuestra versión valenciana quedó para el recuerdo como un simulacro cañí que da vergüenza ajena. Alemania, eso sí, lo digirió y hoy parece el país más vanguardista de la vieja Europa. De todos modos, siempre es necesario desconfiar de los tópicos y los clichés masivos. Ni la Movida era exactamente De Madrid al cielo, ni la electrónica un viaje al infinito o al futuro del que estábamos desligados. Tal vez, y siendo justo, fue otro intento juvenil de pervertirlo todo, huir de la monotonía en que se convierten las semanas y los días. Bailar, al menos, liberaba. Quejarse al de al lado no logra nada de nada.
NOVELA: Javier Mateo Hidalgo.
Hace 7 horas
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