El azar (si es que existe) es algo curioso y suele lograr que uno medite. Acaba de aparecer una re-edición del Balada de Gamberros, el debut literario de F. Umbral. Éste libro jamás lo había podido conseguir. Era una rareza total. Su lectura me viene a recordar que Umbral nacía con alma de poeta, corazón de niño (como debe ser un buen escritor) e intención total. Es un pequeño libro, de mucho diálogo y amor por las adolescentes guapas y listas. Lo publicaba un avispado Camilo J. Cela en su propia editorial de gordo sabio y rico (que además se sabía gordo y rico). Nadie podía imaginar entonces lo que se avecinaba (Mortal y rosa, Trilogía de Madrid, Retrato de un joven malvado (adoro éste libro de pensiones -como un John Fante con gafas gruesas y altura de Cola Cao, que siempre dicen las abuelas-...)
*En la imagen con Miguel Delibes, uno de sus incentivadores (pre-Madrid)desde El Norte de Castilla.
Umbral lograría después el reconocimiento general con su siguiente obra, Larra: anatomía de un dandy, un texto que lo que hace, sobre todo, es hablar del propio Umbral. Ya tenía entonces algún enemigo literario y personal (suele mencionar esa cita de que con buenos sentimientos no se hace buena literatura). Puede que tengan razón los que dicen que el éxito de Umbral haya sido estirar el mismo libro una y otra vez, lo que ocurre es que ese narcisismo suyo tiene algo de magnético. Un "yo" moderno y españolizado (heredero de H. Miller a su vez) que persigue el autor total, el texto total. Y a mí, como a los anunciantes del Jet-Extender, me gustan grandes (los autores, digo).
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