Soy un fan confeso de Larry Clark. Creo haberlo dejado claro aquí y en varios artículos por ahí publicados. Más que en en su cine (con ciertas deficiencias narrativas y de guión), creo en su estética, en su modo de entender la imagen posmoderna y su protagonista supremo, el adolescente en caída libre (hacia ninguna parte). Ya desde aquel libro fundamental que fue Tulsa, Clark no ha dejado de desarrollar y ampliar el mundo adolescente hasta sus extremos más vergonzantes y heroicos. Porque aunque pueda sonar a tópico y frase hecha, es cierto que en su caso no los juzga o los imprime de moralina de segunda o lecciones fáciles para iniciados en esto del vivir (un defecto demasiado común en el cine de Hollywood). Clark entiende a la perfección que ellos guardan un secreto, una visión única y esclarecedora de la sociedad y sus muchos defectos. De hecho, parece señalar que son su más fiel reflejo, su enfermedad y contradicción, tal vez su única esperanza. Seres puros que pululan entre lo infecto. No hay que olvidar tampoco que poseen ese valor tan ostentoso y molesto, la juventud y la no fatiga. Todo el cine y fotografía de Larry Clark no es más que un canto -hermoso y en bastante medida admirativo- a esos chicos y chicas que viven al límite, próximos al delito, las drogas o el sexo sin protección. Un continuo deambular por su interior y que inevitablemente siempre parece acabar en más dosis de dolor. Condenados por quererlo todo.
Another day in paradise (traducido aquí desastrosamente por Al final del Edén) es el segundo largometraje de Clark, después de aquel hito fundacional que fue Kids y que nos dejo a todos sobrecogidos durante demasiado tiempo. Pasado el efecto sorpresa de aquel Nueva York hedonista y sin ningún tipo de futuro para el joven medio (más allá del sexo fugaz, las drogas y los monopatines), Clark decide hacerse con un par de nombres respetables, la Griffith y James Woods, como sendos compañeros de correrías y de paso dar solvencia a su propuesta en las taquilllas comerciales. Un maldito con abultada cuenta bancaria, que siempre se lleva mejor (o ahí estaba, creo, la aparente pretensión). Ahora la historia va de un par de quinceañeros que se asocian con dos convictos maduros habituados al pillaje profesional. Algo así como dos dúos de Bonnie & Clyde. La cinta desluce en algún momento, la verdad, eso no evita momentos memorables y algún otro verdaderamente fascinante. Una banda sonora de alma negra y un descenso a los infiernos irregularmente creíble. Con todo, Another day in paradise no deja de ser lo que todo proyecto de Clark acaba siendo, una vuelta de tuerca más a la hora de comprender ese universo adolescente, infatigable y en infinita subversión con los otros. Sí, nosotros, los adultos más odiosos. Envenenados por la edad.
[Primera parte. Extensiones terrenales del paraíso]
Los francotiradores con temática adolescente como LARRY CLARK, HARMONY KORINE O TODD SOLONDZ, deberían estar en las videotecas de cualquier persona de bien. putos noventas!
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