Hoy me he levantado melancólico, triste por la inercia de las horas beige. He cogido mi coche, música a mucho volumen y he podido ver gestos de videoclip, lágrimas de gato solo, pero podía notar, también, algo de odio enfermo en el aire, la crueldad de la madrugada y un par de chicas con el pecho feo. Luego he visto las caras de siempre, las manos de siempre, y he pensado, casi por inercia, que sólo merece la pena ser una estrella rock. Un Morrison con barba, alcohol en el armario, una mujer a la que amar y, tal vez, solo tal vez, ver pasar, lentas, las horas que nos roban los desalmados de siempre. Lo pude escuchar ayer mismo en un programa de televisión: Este es un país de pesados.
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