sábado, 29 de diciembre de 2012

Reacción leonesa


No se ha acabado el mundo. Menos mal, tenía(mos) mucho por leer y escuchar. Demasiadas cosas pendientes. Además de recordar (de nuevo) que León continúa agotadoramente imparable. El pasado jueves había tantas actividades que sólo la omnipresencia podía cumplir con todo. Aniversario de Bici Crítica, Javier M. Llamazares presentando nuevo libro de relatos, los mejores poetas de la ciudad leyendo en Miserias y la proyección del documental incluido en el nuevo libro-dvd de Cooper, al que tuve el honor de asistir acompañando a sus responsables, al realizador Juan Marigorta y al líder de Cooper, Alejandro Díez (además de Carlos del Riego y López Castellanos). Está claro que algo ocurre cuando la ciudad hierve de este modo. No hay que olvidar que Alejandro es de los que siempre ha estado activo, dando forma creativa a esta ciudad de frío (fue él quien creó hace ya cerca de 25 años el festival leonés por antonomasia, el Purple Weekend, aunque hoy no lo dirija y poco tenga que ver con sus premisas iniciales). Alex "Cooper" (ex-líder de Los Flechazos, una de las bandas señeras del León más internacional) ha sacado más de sí mismo, una vuelta de tuerca visual que lleva por título A propósito de mi universo, un perfecto resumen del periplo actual del músico que definió toda una época y que hoy sigue siendo un imprescindible.






Alejandro y los suyos decidieron grabar hace tiempo su último álbum en los estudios Konk (propiedad de Mr. Ray Davies, The Kinks), situación más que ideal para dar forma a un documental preciosista (la pericia y maestría de Juan Marigorta se deja ver en cada pequeño detalle) que recorre esos días en un Londres posmoderno que cada vez mira más de reojo su pasado analógico (los estudios estaban a punto de cerrar durante la grabación). Más allá de un proceso de toma de decisiones musicales y técnicas, el documental ofrece una maravilllosa aproximación al estado actual de las cosas, en lo personal y en lo musical. Ahora la poca o mucha pasión preside todos los actos, la melancolía se instala ligeramente como un inquilino maduro (Buenas días, tristeza sobrevuela literariamente el relato y los ánimos), además de lograr sueños de muy distinto tipo y ver, por fin, que en el arte (musical, literario o cinematográfico) sólo se han quedado quienes de verdad amaban estas cosas. Cuando el dinero, la prensa y absolutamente todo ha huido, sólo queda esta extraña neurosis por crear. A veces el único alimento posible. Y de ello se está nutriendo un León que mira hacia adelante sin dejar a un lado el pasado. Ya decía Godard aquello de clásico igual a moderno. Y ahí seguimos, insistiendo y ampliando nuestros respectivos universos.








[Cooper, pop en el callejón]






miércoles, 19 de diciembre de 2012

A dos días del fin


A dos días de un hipotético fin del mundo, el balance general no resulta demasiado positivo. Las cosas están tan decididamente mal que mirar a otro lado es ya en sí un lujo. Parece tan evidente y pueril que resulta irritante esa inercia tonta que nos arrastra todos las mañanas. Se cacarea un deseable optimismo que es ya prácticamente excepcional, cuando no imposible. Ejemplos sobran. Las cifras tampoco suelen mentir, desde el desempleo a la morosidad o el aumento de los índices de pobreza en un país también teóricamente desarrollado. Reaccionar es lo mínimo, la única ética responsable/ respetable. Leía hace tiempo que algunos datos que manejamos son propios de países que han sufrido una reciente guerra civil (quizá la hemos sufrido, pero más de tipo económico). El sentido común nos dice que las malas rachas pasan, igual que las buenas, aunque leer un reportaje sobre la multitud de población nacional que ya se les considera pobres energéticos (no tienen ni siquiera para electricidad o calefacción) y que su número actual ronda el 17%, es más que preocupante. Y eso no lo salva ni la mayor positividad posible. El frío o el hambre no entienden de esperas o discursos grandilocuentes.






Supongo que es el más absoluto declive de un sistema, una forma de vida o lo que narices sea esto que, básicamente, destruye a unos para beneficio de otros. Las desigualdades aumentan, no es nuevo, aunque lo estemos comenzando a asumir con naturalidad. Una conocida marca de embutidos crea anuncios buenrollistas cuando recientemente ha despedido a muchos de sus empleados. Las contradicciones de la posmodernidad. Luego se habla de brotes verdes, un par de partidos de Liga, una exclusiva de Belén Esteban o un proceso independentista, y nuestra conciencia se arrincona como un conejillo asustado. No creo en un mundo donde las ventas de artículos de lujo no paran de crecer (Ferrari aumentará sus ventas un 10%) y millones de personas tienen que verse con la necesidad, el hambre o incluso la sed todos los días. Recortes como filosofía de vida, mientras las grandes fortunas aumentan sus beneficios y plusvalías. Es más que una injusticia, es una guerra entre semejantes, y como decía aquel conocido economista, todos sabemos quien va ganando. En dos días, dicen los profetas de la tribu, esto petará. Estaba tardando. Lo estamos haciendo tan mal (pese a los buenos deseos e intentos de muchos) que es prácticamente un milagro que no nos hayamos cargado el planeta antes. Que todo esto dure hasta el viernes o hasta fin de año, solo puede ser un regalo de los dioses.









[The One I Love, acércate a quien amas]






jueves, 13 de diciembre de 2012

The Fall contra el mundo


Hacerse con discos de The Fall es la más extraña de las adicciones. Con el añadido de inmensas dosis de azar. Adicción, digo, porque The Fall es siempre lo mismo, exactamente lo mismo (la voz monocorde y fría de Mark E. Smith como liturgia decadente acompañada de ciertos sonidos, perfecta para el caos reciente en que vivimos). Azar porque The Fall ha editado decenas y decenas de discos que solo un especialista de los británicos podría saberse de memoria (bueno, The Fall son básicamente el sr. Smith, lo digo sin quitar mérito a su ex-mujer, que también fue parte integral de la banda en los ochenta). Me he hecho recientemente con una reedición de Grotesque (1980), un álbum gélido, ruidista, joven e increíblemente apasionado. La primera inmersión me ha dejado desorientado, confuso, como una escucha repetitiva de The Jesus and Mary Chain. Era de esperar del hombre que dijo que The Smiths abandonaron cuando empezaban a hacerlo bien.






Recuerdo una ocasión, hace ya unos años, en que decidí acercarme a un popular festival en la ciudad de Barcelona. Y la última intención de esa aproximación fue sin duda ver en vivo a este hombre. Lo recuerdo así. Llegamos tarde. Era uno de los grupos que abría el primer día. Carpa grande. Escenario principal. Había bastante público (unas cuatro o cinco mil personas), aunque la gente se dedicaba más a hablar entre sí que a escuchar. Y allí pude ver a un hombre vestido de riguroso negro, más como un Raphael cañí o un concentrado jugador de dominó que la estrella del underground que esperaba ver. Solo pude escuchar cinco o seis canciones. Él se movía lentamente por el escenario. Se acercaba a los músicos y les daba algunas indicaciones. Smith era viejo y mantenía esa voz que lo había subido a los escenarios durante varias décadas. Transmitía el enfado y la desidia propias del Rey de Manchester. Todo correcto. The Fall, la caída, el otoño.








[Dead Beat Descent, The Fall apoderándose del futuro]